El congresista oficialista Pedro Olaechea ha acuñado una frase para la historia nacional (y universal) de la infamia. Ha dicho, sin vergüenza ni culpa, que “850 soles ‘adentro del Perú’ es mucho”. ¿A qué se refiere con “adentro del Perú”? Obviamente a las provincias, pues “no es lo mismo el salario fuera de Lima que ‘en la montaña o en la sierra'”, explica. Según el inefable empresario, en la montaña o en la sierra, “donde la altura impide que el oxígeno llegue al cerebro” (como ha asegurado su jefe, el casi casi expresidente Pedro Pablo Kuczynski), 850 soles es demasiado, por lo cual, se intuye, debería reducirse la remuneración mínima vital (RMV).
¿Por qué creerá el actual director de Viña Tacama que 850 soles es “mucho” dinero fuera de Lima? Fácil: porque cree que los pobres deben seguir siendo pobres. Si alguien puede mantenerse vivo con, digamos, 400 soles mensuales, o sea, logra comer, vestirse, tener un colchón donde dormir y seguir trabajando, ¿para qué pagarle más? ¡Obvio! Su razonamiento es tan lógico como escalofriante, pero nada novedoso. Olaechea solo ha dicho en voz alta lo que el sistema nos obliga a pensar.
Cuando los politiqueros, empresarios pero sobre todo la sociedad empiece a sentir que los peruanos de “adentro” son seres humanos, entenderemos que son ellos quienes necesitan ganar incluso más que los limeños, pues sus condiciones de vida en cuanto a salud, educación, cultura, etcétera, son apremiantes. Según el INEI, la actual RMV nos alcanza a las justas para satisfacer media canasta básica familiar, y eso no incluye los vinos ni piscos de Olaechea.