Marina Pando Medina, estudiante de la Universidad ESAN, denunció el 26 de mayo que no la dejaron entrar ni a la universidad ni a su aula en donde tenía clases, debido a que estaba con su hija de 3 años, y no estaba permitido que entraran niños a la universidad, a pesar de que el profesor había autorizado su ingreso con su hija. 

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Al parecer, la universidad no ha tomado en cuenta, al hacer sus reglamentos, que las mujeres en su mayoría son las encargadas de realizar los trabajos de cuidado, que implica cuidar a los hijos que tienen con sus parejas hombres, por lo que se ven más perjudicadas al momento de querer emprender o continuar sus metas en la vida. Si no consiguen a alguien que cuide a sus hijos, esta labor recae nuevamente en otra mujer, y así, el círculo vicioso de obstáculos para que las mujeres puedan desarrollarse se amplía.

En un país en donde las mujeres luchan por desarrollar sus carreras frente a la desigualdad, las universidades, centros del saber, deberían ser las primeras en tomar en cuenta las dificultades que viven las mujeres por ser mujeres, e intentar paliarlas a través de políticas educativas con enfoque de género. Como por ejemplo, establecer una guardería en los horarios de clase y lactarios para las madres que tengan que amamantar.

Estas acciones permitirían construir una universidad más empática, solidaria y justa para las mujeres en el Perú, pero parece que a ESAN esas virtudes no les interesan tanto. En el comunicado que sacaron al día siguiente de la denuncia se contradicen en varios de sus puntos:

  1. Primero señalan que les preocupa “la integridad de todos los menores de edad”, pero esa preocupación implica no tenerlos cerca de la universidad ni de las aulas. Es como cuando te preocupas por los pobres, no viéndolos. Si realmente les preocuparan los menores, implementarían una guardería, esa es la respuesta correcta, no botarlos a la calle o esconderlos para que nadie los vea. 
  2. Manifiestan que “valoran el empeño de los estudiantes para salir adelante”, pero no van a hacer nada para facilitarles que salgan adelante, sobre todo a las mujeres. 
  3. Mencionan que el personal debe cumplir las directivas estipuladas para proteger la integridad de los estudiantes y las personas que visitan la universidad. ¿Una niña de 3 años es un peligro para las personas que están dentro de esa universidad? ¿No están exagerando señores empresarios dueños de ESAN? ¿Saben cuál es el real peligro? Que los dueños de las universidades empresas estén más interesados en el dinero que en el bienestar de sus estudiantes mujeres. Que les parezca más terrible que una niña de 3 años entre a una clase que la discriminación continua que viven las madres que estudian en el Perú. Que digan que les interesan los estudiantes, cuando en la realidad hacen lo contrario con cualquier estudiante que no entre en su modelo ideal de estudiante-cliente, hombres, y en segundo lugar, mujeres sin hijos. 
  4. Dicen que les enorgullece el esfuerzo de las madres de familia que estudian en su universidad (¿esto es una burla?), y que brindarán las facilidades dentro del “marco normativo” (¡que han hecho ellos mismos sin pensar en las estudiantes con hijos!). O sea, que no van a hacer nada, y que las estudiantes sin hijos vean cómo se las arreglan.

Este comunicado parece hecho el siglo pasado. Señores empresarios dueños de ESAN, estamos en 2018, hay normativas que protegen la igualdad de género, qué tal si dejan de pensar en cómo llenar sus bolsillos y aparentar que son empáticos y les interesan los estudiantes, y resuelven esta problemática para que todas las estudiantes puedan desarrollar sus sueños y crecer, y que su decisión de crecer no se vea limitada por reglamentos y normativas discriminatorias y machistas. 

Esan, decide no discriminar.