El actual proceso electoral en el Perú brinda varios retos en la construcción y fortalecimiento de la democracia para la igualdad de género. El historiador Alberto Flores Galindo ensayaba la idea de la tradición autoritaria en el Perú, donde es necesario repensar en la democracia, las relaciones sociales y la organización del poder. En ese sentido, somos testigos cotidianos del performance de las principales candidaturas presidenciales, quienes evidencian la radical masculinización de la política bajo el modelo machista que es transversal en la derecha y la izquierda.

En materia de violencia basada de género, el candidato Yonhy Lescano, del partido Acción Popular, tuvo una acusación de acoso sexual por una periodista, pero aun así tiene el mayor porcentaje de preferencia política en los simularos de votación. George Forsyth, del partido Victoria Nacional, también tiene una aceptación del electorado cuando se tiene conocimiento de una denuncia por violencia familiar realizada por su esposa. Daniel Urresti, del partido Podemos, está en proceso judicial por el asesinato del periodista Hugo Bustíos, en donde una testigo lo denunció por violación contra la libertad sexual. El candidato César Acuña, del partido Alianza para el Progreso, fue denunciado por maltrato psicológico y lesiones graves hacia su esposa. En estos casos de los candidatos, se comprueba que el electorado peruano es tolerante a la violencia contra la mujer. 

En la masculinización de la política, los candidatos deben mostrar que son heterosexuales así no tengan relaciones sexuales. Este es el caso del candidato Rafael López de Aliaga, del partido Renovación Popular, quien señaló que está enamorado de la Virgen María. Si el candidato presidencial observa un “mujerón”, le dice a María que ella es más bonita que esta chica. El voto de celibato del candidato se le salió lo macho para garantizar que no es gay. 

El machismo también no es ajeno a las mujeres. Este es el caso de la candidata Keiko Fujimori, del partido Fuerza Popular, quien siguiendo la tradición autoritaria de su padre señaló que su propuesta representa un gobierno de “mano dura”. La candidata aclaró que no se trata de una dictadura, sino de una democracia firme, la cual conceptualizó como una “demodura”. Pero viniendo del fujimorismo clásico, la “demodura” no quita lo autoritario ni tampoco lo machista que forman las dos caras de la misma moneda.   

Desde el otro sendero del machismo destaca el candidato Hernando de Soto, del partido Avanza País. El candidato presidencial, cuando fue incomodado por las preguntas de una periodista sobre las vacunas, dijo lo siguiente: “Las mujeres también en mi país van a guardar respetos”.  En esta lógica, Hernando de Soto va a lograr “avanzar” al país de machismo, donde existe un orden social de género que no debe cambiar.  Para este fin las mujeres del país le deben guardar respeto a sus privilegios patriarcales y de clase social para vacunarse en los Estados Unidos.   

La tradición machista gira por el péndulo político de la derecha hacia la izquierda.  Este es el caso del candidato Pedro Castillo, del partido Perú Patria Libre, quien señaló que para desactivar el Tribunal Constitucional: “No nos faltará lo que a las gallinas le sobran”. Bajo el mandato de la masculinidad hegemónica, lo que sobra a las gallinas son los “huevos” para referirse a los testículos del hombre. La representación social de poner huevos es sinónimo de hombría con lo cual se confirma que para hacer política hay que ponerse los pantalones. La “izquierda macha” también es protagonista del conservadurismo y, por consiguiente, su rechazo al enfoque de género y la defensa de la familia.       

Es menester señalar que la masculinización de la política produce modelos desvalorados de masculinidad.  El primer caso es el candidato y expresidente Ollanta Humala, del Partido Nacionalista, quien es criticado por ser un “cosito”, porque es dominado y pisado por su esposa. El segundo caso es el candidato Julio Guzmán, del Partido Morado, quien es cuestionado porque es un “mantenido”, ya que su esposa es quien trabaja de forma remunerada para el sustento del hogar. Ambos candidatos se encuentran en el filo de la navaja de la humillación y la burla por no asumir los mandatos del machismo, donde el hombre debe dominar y mantener a su esposa.

Como se puede apreciar, en el país de todas las sangres existe una fuerte preferencia política hacia el modelo machista desde la derecha hacia la izquierda. El extremo machismo es transversal es las principales candidaturas para el sillón presidencial. La tradición autoritaria en el Perú se hace operativo políticamente bajo el modelo machista que humilla y somete a quienes no asumen dicho modelo. Por ese motivo, al cumplirse el bicentenario de la vida republicana en el Perú, es la oportunidad para repensar un modelo de masculinidad más democrático, una nueva organización del poder en las relaciones sociales. De esta manera, construir una sociedad con igualdad de género y una vida libre de violencia.