Leyla Chihuán fue una deportista calificada y exjugadora de la selección nacional de vóley a la que yo admiré hasta que se jubiló a los 35 años e incursionó en la política en 2011, al salir elegida como congresista por el fujimorismo, y a pesar de ser fujimorista, tuvimos un resquicio de esperanza de que hiciera algo por los LGTBI, pero nada.

Reelegida en 2016, la congresista ha demostrado su ferviente compromiso con Keiko Fujimori y su bancada. La bancada más homofóbica que hayamos conocido hasta ahora desde tiempos del Partido Popular Cristiano, y que tuvo entre sus miembros a Julio Rosas, entre otras perlas.

Chihuán realizó hace poco una entrevista para Perú 21 en donde reveló lo que para todos es un secreto a voces, aunque ella suponga que se sigue especulando sobre el tema: su lesbianismo. A una pregunta sobre su vida íntima, ella respondió lo siguiente: “No quiero que me pongan etiquetas de gay, lesbiana o bisexual. Yo soy todo eso y mucho más”.

La periodista le señala que ella podría ser una abanderada de la lucha LGTBI, pero ella se niega a ocupar ese papel: “Podría, pero no. Si bien soy un personaje conocido desde los 16 años y nunca he pedido que no se metan con mi vida porque yo misma elegí la carrera pública, puedo decir que hay cosas que van de la puerta de mi casa para adentro y solo yo autorizo quiénes entran ahí. Dicho esto, hay temas que prefiero no hablar, así que, sigan especulando”.

Lo que Leyla Chihuán nos está diciendo es que prefiere el olvido, prefiere la invisibilización, prefiere que los peruanos gays, lesbianas, trans y bisexuales del Perú continúen sin ninguna ley a su favor, prefiere respaldar a la bancada que más se ha opuesto a que la comunidad LGTBI tenga derechos, la que firmó un pacto con iglesias evangélicas homofóbicas y frente a ellos llamaron “abominación” a todos los disidentes sexuales. Chihuán prefiere la comodidad de su casa, su intimidad y disfrutar de sus ganancias como congresista desde hace nueve años, mientras miles de nosotros seguimos siendo violentados.

Pero no hacer nada es hacer algo Leyla, no hacer nada es permitir que la violencia se siga haciendo carne en nuestras vidas, que los niños gays sean acosados brutalmente en los colegios, que las adolescentes lesbianas sean violadas en sus casas por sus familiares para “convertirlas” en mujer, que las mujeres trans sean asesinadas cada quincena del mes, que los hombres trans no sean reconocidos en todos sus derechos. Que cuando nos discriminen no tengamos a la mano más que una ordenanza para mostrársela al sereno, cuando pudimos tener una ley. Nueve años en el Congreso no son moco de pavo, Leyla, es un tiempo importante para poder cambiar la vida de millones de personas en el Perú, para poder hacer entender a tu bancada que no tiene sentido y es ruin permitir que algunos peruanos no tengan derechos. Para informarles que la mayor tasa de suicidios en niños es por el bullyng homofóbico, que el suicidio en niñas es por violación, y tal vez una de esas intentó ser una de las “correctivas”, tal vez muchos de esos suicidios sean de niñas lesbianas y trans, que el tiempo de vida de una mujer trans no pasa de los 35 años gracias a ustedes, que no es justo vivir así.

Pero nada de eso te importó Leyla, preferiste encerrarte en tu clóset, el más caro de todos, rodeada de tus miles de zapatos y tus vestidos de diseñador que te dan la idea de que venciste a un destino de pobreza, pero no lo venciste Leyla, porque hay una pobreza más profunda en ti, una pobreza que ha perjudicado la vida de niños y niñas LGTBI, una pobreza que mata. Y esa pobreza nunca la podrás vencer, Leyla, así la llenes de lujos y sofisticación. Eres rica, pero eres la más pobre de todas nosotras.