Las mujeres menstruamos y a su vez cargamos con todo el prejuicio y estigma increíblemente generado por una situación tan normal y natural, que es parte de nuestro existir, pero que el mundo machista invisibiliza y sumerge, haciendo de un aspecto natural de nuestras vidas una situación oscura y clandestina.

Las mujeres menstruamos y esa sangre genera repugnancia en una sociedad a la que le asquea un aspecto biológico natural, más no la sangre de un desgarro producto de una violenta agresión sexual o la que se derrama como consecuencia de un feminicidio cruelmente ejecutado.

Las mujeres menstruamos y los nombres otorgados para hablar de la menstruación son muchos y, de igual modo, dichos en voz bajita, con vergüenza, con cautela, encaletando el hecho, como si estuviéramos hablando de algo malo. Estoy con la regla, la ruler, la maldición, el período, la mes, cosas de mujeres, vino Andrés, estoy en mis días, son algunas de las formas en las que he escuchado aludir al período menstrual, o incluso, como escuchaba en mi tierra wanka, estoy enferma, lo que tiene aún un trasfondo que va más allá, alejando a la mujer de su condición de salubridad por encontrarse en un momento del mes en el que el hombre no la quiere cerca tal vez.

No he escuchado en espacios cotidianos a alguna mujer diciendo sin ningún reparo que está menstruando, y en caso lo hace, será socialmente cuestionada, la mirarán como mujer no educada, la cuestionarán por “vulgar” incluso, como si hablar de la menstruación con su propio nombre fuera una grosería o algo similar.

Las mujeres menstruamos y lo hacemos desde adolescentes, algunas desde más niñas, y nos enseñan a asumir este aspecto biológico natural de nuestras cuerpas como algo que debemos mantener en el oscurantismo, no nos enseñan a explorar y comprender este aspecto normal de nosotras. Nos enseñan a mantener el secreto, a no hablar abiertamente del tema, a tener vergüenza, a hacer como que no nada pasa, nos inducen incluso a tenerle asquito a la sangre menstrual y promueven la adquisición de productos químicos para esos días, para que, como siempre, sigamos oliendo a flores, como “debe de ser”.

Las mujeres menstruamos y debemos adquirir productos para recibir la sangre que se destila en nuestras vulvas, lo cual se convierte en una aventura llena de adrenalina, hasta que al menos se adquiera la confianza necesaria para lograr el ansiado “no importa”.

Comprar una toalla higiénica, o sus símiles, se vuelve en una acción casi tan igual de tensa que la de la compra de un producto clandestino o de contrabando, se convierte en una experiencia más temerosa que la de comprar bebidas alcohólicas siendo menor de edad, de hecho comprar drogas pareciera más sencillo que comprar una toalla higiénica, la cual genera hasta vergüenza al ser adquiridas y más aún cuando en el establecimiento comercial hay hombres cerca, o si quien atiende es hombre, buscando acelerar la compra lo más que se pueda; tal es así, una vez obtenido el producto inmediatamente se procede a guardarlo de manera desesperada para que no sea visto por nadie más.

Las mujeres menstruamos y tenemos que fingir que no pasa nada, que esto no ocurre y que, en lo posible, nadie del entorno social con quienes nos encontramos se den cuenta, salvo la o las compañeras mujeres con quienes hay ese entendimiento cómplice y van a comprender el momento en el que nos encontramos.

Las mujeres menstruamos y tenemos no solo que fingir que no pasa nada, sino que además tenemos que elevar nuestro umbral del dolor para que la actuación del “no pasa nada” se vea real. Debemos soportar todos los síntomas de manera silente, soportando el dolor en el vientre, los escalofríos, fiebre, presión baja, malestares estomacales, irritabilidad en los senos, molestias en la espalda, entre muchos otros síntomas que se presentan de distintas formas y en diferentes intensidades en cada mujer, en sus diversas etapas de vida. Y bajo este contexto, debemos realizar nuestras actividades de igual manera, seguir en la vida académica o laboral, aguantando esto en silencio y tolerando la indiferencia de una sociedad machista que no visibiliza los malestares que el período menstrual genera en muchas mujeres como hechos que pueden afectar el desempeño de sus actividades con naturalidad.

Las mujeres menstruamos y es necesario que se hable abiertamente de esto, que las niñas de ahora crezcan sabiendo que su cuerpa sangra y que no tienen absolutamente nada de qué avergonzarse y también de que los niños crezcan aprendiendo a no sentir asco por las mujeres menstruantes.

Las mujeres menstruamos y necesitamos hablarlo, comprenderlo, explorarlo y visibilizarlo.