Nos subestimaron. Los acomplejados y resentidos sociales que votamos contra la mafia fujimorista y a favor de Pedro Castillo fuimos mayoría porque crecimos en el racismo, la desigualdad y la injusticia, y lo poco que tenemos lo hemos conseguido a pesar del Estado. Unos cuantos en cambio han sido educados en los privilegios de la piel, el dinero o el apellido, y son los dueños del país; los demás viven alienados negando la realidad y queriendo ser lo que nunca serán. Este es el capital del fujimorismo, una «clase media» imaginaria que cree que vive en el País de las Maravillas, así tenga que trabajar 14 horas al día sin cobrar un sol más porque el jefe les dijo «tienen que ponerse la camiseta, sino se largan».

Lo entiendo, cuando no se tuvo nada, tener un poquito y mejorar nuestras condiciones de vida (fuera del campo de donde provienen nuestros padres o abuelos), nos hace aferrarnos a esas cosas y no querer que nada cambie por miedo a perderlo, y si el 99% de la prensa peruana —mañana, tarde y noche— siembra el pánico con los fantasmas del comunismo, el chavismo y el terrorismo, entonces es lógico que muchas personas hayan votado por Fuerza Popular, a pesar de que esté lleno de delincuentes, corruptos y fascistas convictos y confesos que hubiesen terminado por destruir el país.

Sin embargo, nuestra generación de acomplejados y resentidos sociales ha luchado no solo por nosotros, sino para mejorar las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales de todos y todas, y lo seguiremos haciendo, desde nuestras organizaciones comunitarias, instituciones y empresas.

Estoy seguro que si Keiko hubiese ganado, habría indultado a su padre (condenado por crímenes de lesa humanidad), dado de baja a los fiscales que la investigan, vulnerado derechos laborales, encarecido los servicios básicos, comprado medios de comunicación, promulgado leyes lesivas para el país, acosado, extorsionado o hasta aniquilado enemigos políticos, sacado a las Fuerzas Armadas a reprimir las manifestaciones, limpiado de polvo y paja a todo su entorno corrupto, construido infraestructura sobrevalorada e inservible, incentivado el narcotráfico, desestimado derechos de la mujer y la comunidad LGTBIQ+, destruido el medioambiente, invisibilizado nuestras culturas, pactado con los gobiernos regionales y locales corruptos e ineptos, etcétera, etcétera, etcétera.

Ahora, con el «Profe» como presidente, nos queda asumir una postura crítica y responsable, la cual siempre hemos tenido, aunque a algunos nos haya costado la vida (y la muerte).