Dicen algunos que octubre es de milagros. Vimos por unos días en prisión preliminar a Keiko Fujimori, se evitó en Lima que gane un candidato acusado de violar derechos humanos. Y así. Pero hay una realidad que debería atormentarnos como sudamericanos. Y es que un fascista (y no exagero) está a punto de tomar el poder en el país más grande de Latinoamérica.

Según las últimas encuestas, Jair Messias Bolsonaro, un capitán retirado, admirador de la dictadura brasileña, y quien en su día dijo que hay mujeres que merecen ser violadas, le lleva entre diez y quince puntos de ventaja al candidato progresista, Fernando Haddad.

Pero ¿cómo el país de la samba y de la alegría tropical pudo crear a este monstruo? Si bien hay una tendencia americana hacia la derecha (comenzada en Argentina 2015, continuada en EEUU 2016, luego en Chile 2017, pasando por Colombia 2018) y siendo México el único país del hemisferio, aparte de Bolivia y Uruguay, vacunado contra las opciones neoliberales, la opción de Bolsonaro dista de ser liberal y se acerca al militarismo más rancio, al fascismo odiador de las minorías sexuales, raciales y, por cierto, a una propuesta misógina y que alienta a la agresión hacia las mujeres.

El Partido de los Trabajadores, de Luiz Inacio Lula da Silva, gobernó durante trece años y medio al gigante del sur, y con relativo éxito. Sin embargo, los casos de corrupción (el Mensalao primero, y después la famosa operación Lava Jato, en la que nuestro país también está implicado) han perjudicado la imagen del partido de izquierdas fundado en 1980. Tanto así, que quienes hoy apoyan a Haddad de manera crítica, como el PDT, no se atreven a dar un respaldo más firme.

Inclusive, el hermano del excandidato de dicho partido, Cid Gomes, dijo en un acto del PT que Haddad va a perder “por la soberbia de su partido”, y llegó a decir “babosos” a los admiradores más fervientes del exmandatario Lula, preso por corrupción, aunque sin evidencias sólidas, sino bajo una acusación especulativa del controvertido juez Sergio Moro. No vamos a negar que en los gobiernos del PT hubo mucha corrupción, es verdad, pero esta también existió en los gobiernos del PSDB de Fernando Henrique Cardoso, quien por cierto estaría siendo presionado por su partido para no apoyar a Haddad.

A los brasileños, sobre todo los del sur, parece no importarles que Bolsonaro haga homenajes al general Ustra, quien torturó a Dilma Rousseff, y fue reivindicado por el ultraderechista el día del impeachment, sino que más bien se dejan llevar por las fake news, las cuales fueron denunciadas el viernes 18 por Folha de Sao Paulo, un diario de derechas, como elemento de propaganda de Bolsonaro, y financiadas por grandes empresarios.

Las fake news ya eran práctica cotidiana de la campaña del neonazi tropical, sin embargo, recién esta semana una periodista de Folha pudo comprobar que hay magnates que aportan dinero para difundir mensajes falsos y noticias erróneas para perjudicar a Haddad vía Whatsapp.

Minutos después de la publicación, la mujer de prensa fue agredida por los “bolsominions” (los fans del ultraderechista) y tildada de “perra” y “corrupta” en las redes sociales. No se sorprendan si lo mismo hace el fujimorismo antes de 2021 con sus adversarios, total, Fujimori y Bolsonaro son dos caras de la misma moneda, ya que Bolsonaro también utiliza a sus familiares para acceder a puestos públicos. La complicidad de los grandes medios también es responsable del fenómeno Bolsonaro: la Rede Globo se ha tomado la molestia de ignorar la denuncia de Folha en su programa estelar del jueves 18 de octubre y, en su lugar, difamar al partido PSOL, aseverando que ellos buscan que el Tribunal Electoral ordene censurar la aplicación Whatsapp en Brasil, cuando nunca hubo evidencias de ello. Muchos en Brasil creen que Globo es el padre de la criatura bolsonarista.

¿Es posible revertir la tendencia ganadora de Bolsonaro a diez días de las elecciones con estas serias denuncias de noticias falsas? Lo veo difícil. Igual me resisto a creer que un país que se caracteriza por su nobleza, por su hospitalidad y su libertad de expresión elija a un personaje siniestro, más cercano a Rodrigo Duterte que a Donald Trump, más peligroso incluso que el propio Álvaro Uribe, alguien que, de ganar, tendrá consigo al ejército más grande del continente después de Estados Unidos, unas Fuerzas Armadas capaces de hacer estallar, dios no quiera, un conflicto bélico de grandes proporciones.

Brasil no es Estados Unidos, si Trump no ha cometido locuras es porque el modelo federal norteamericano es muchísimo más fuerte y democrático que el brasileño, y por ende, el Estado del norte es mucho más serio e institucional que el del sur. Aunque no extraña que elementos nefastos de la derecha chilena, como Jackie van Rysselberghe y José Antonio Kast, hayan ido a visitar al posible presidente de Brasil para perjudicar la imagen del progresismo.

El mundo está en peligro con Jair Bolsonaro. Brasileños, por favor, no nos den la espalda, no voten por alguien que manda quemar personas por pensar diferente o amar diferente. El odio macartista no puede prevalecer en los debates sobre los modelos económicos o la transparencia. Brasil y Sudamérica no pueden caer en el hoyo fascista. No lo podemos admitir.