¿Será el tiempo en que la hecatombe fujimorista nos libere de ellos? ¿Hay fujimorismo para rato? ¿Los están matando o se están suicidando?

Desde el clásico ‘no hagas leña del árbol caído’ hasta el meme ‘déjalo ya, está muerto’ (con imagen de algún capítulo de Los Simpsons), casi todos —sino todos— los analistas y ‘opinólogos’ no pudieron evitar la tentación de querer aplicarle el golpe final, el ‘Codazo del Pueblo’ (de Dwayne ‘La Roca’ Johnson) a un casi vencido fujimorismo.

No pretendo realizar mi grandioso ‘Finish him’ por razones que luego explicaré. La verdad, me encantaría, pero se debe considerar algunas cosas que se nos pudieron escapar del foco.

El fujimorismo —el que vemos— huele a naranja pudriéndose y esto no viene de los últimos meses. No. Creerlo así sería como creerle al presidente del Congreso, Daniel Salaverry, el hastío a la bancada que lo llevó a sentarse al frente parlamento —gracias por recordárnoslo, Cecilia Chacón—; como creerle a los Castros, Ponces o Reáteguis quienes, luego de dos años y medio, se dieron cuenta de que Fuerza Popular es el Bob Patiño de la película, el Vince McMahon de la lucha. Ya pues.

Sin cabeza —eh, con prisión preventiva, para ser exacto— aminorado en el Parlamento, sin fiscal de la Nación que les cubra las espaldas, Fuerza Popular se está quedando sin fuerza y sin popularidad. Los analistas ancianos dicen que en política no se muere y eso habría que tomarlo en cuenta. Vean al Apra con dos nefastos gobiernos (del 85 al 90 y del 06 al 11) y aún tiene subalternos presentando proyectos de ley. “El Apra nunca muere, compañeros”.

Veamos al mismísimo fujimorismo como ejemplo. Con Alberto y Vladimiro en prisión, el grupo naranja supo llegar nuevamente al ruedo político. Con el vomitivo discurso de subsanar ‘errores’, han querido —con Keiko Fujimori a la cabeza— llegar a tener el mando absoluto. Sí, pues, si en política no hay muertos, Luz Salgado es la zombie más indignada.

Los fujimoristas no llegaron gratis al lugar donde están. Como se viene comprobando, deben muchos favores. Otro detalle es que los congresistas no llegaron y empezaron a ‘trabajar’ solos; llegaron en mancha, con su gente, sus adoctrinados. Ellos siguen y seguirán allí, la portátil que pasó a tener trabajo fijo: asesores, oficinistas, vigilantes, guardaespaldas, entre otros. No mencionaré que todos ellos viven de un sueldo pagado con nuestros impuestos. No lo mencionaré.

Esto último de los puestos que ocupan parece insignificante; y es que la sociedad peruana suele subestimar el poder de un simple cobrador de combi. Lo característico de los más peligrosos tumores —de esos letales— es que no avisan hasta que están muy avanzados. A eso habrá que añadirle la dejadez del huésped. Digo, nomás.

A estas alturas ya se habrán dado cuenta de que Fuerza Popular no sería nada más que una fachada que usan varios grupos de poder —se investiga la probabilidad de que esté comandada por una organización criminal— para continuar consumiendo a un país mal engendrado. Un partido político debería —en teoría— representar a la ciudadanía; son los llamados a cambiar la cosa, pero como que no les conviene. ¿Cuántos ‘fujimorismos’ están a la espera de ocupar el espacio que ellos dejen?

Para terminar, es necesario recordar que la piñata, antes de caer, ha recibido muchos —muchísimos— golpes; algunos bien dados y otros que provocaron la burla de los asistentes. Pero lo mejor es cuando cae; se abre y es ahí donde viene la algarabía y la felicidad. Sí, un poco de desorden también.