Hace unos días Rosa María Palacios nos compartió su admiración por la propuesta cómica Hablando Huevadas que hace Ricardo Mendoza y Jorge Luna. Días después, la misma conductora de Sin Guion difundió un selfie (en su Twitter) con una irrepetible sonrisa cuando salía de grabar en el espacio de los ahora populares youtubers.

Que Hablando Huevadas tenga cierto repunte de aceptación en el público peruano no debería ser sorpresa. Creo que seguirán por ese camino, porque hay demasiada gente que —como dicen— le gusta la huevada. Es más, hice mi pequeña encuesta a algunos colegas sobre el caso. Unos dijeron que les causaba risa sus ocurrencias; a otros les parecía un simple espacio de entretenimiento y para unos no tan pocos que no era para tanto. Al final, si a uno no le gustaba, tenía la opción de no verlos y listo. Quedé con esa sensación de que la cosa —la huevada— iba más allá de un monocromático gusto.

Se sabe que huevada se usa para desprestigiar, minimizar o ridiculizar alguna situación, cosa o asunto. Tiene evidentes similitudes morfológicas con huevón —y su versión femenina: huevona— que suele referirse a aquel personaje con déficit de atención o distraído, ingenuo o que está un poco o muy equivocado en algo. El máximo exponente de este, su non plus ultra, el ya-no-ya es el huevonazo.

Bien. En el Perú hemos aprendido a convivir y a domesticar las huevadas. Las han impuesto de alguna manera. Así lo decía —mejor— el recordado Marco Aurelio Denegri en su programa refiriéndose a la TV peruana. MAD sostenía que éramos testigos privilegiados de la basuralización de la televisión comercial. Y parece haberse quedado apenas corto porque no solo vemos huevadas (en HD) plácidamente en nuestras casas y en señal abierta. No, hay más.

La música comercial siempre ha compartido espacio con canciones que tenían —tienen— en sus letras un festival de contradicciones y versos pegados con moco. Lo de estos últimos cinco años —por decir— ha sido como una carrera hacia el premio de la huevada de oro (pueden escuchar alguna pieza de su género insignia, el reguetón, para considerar mi apreciación).

El cine comercial peruano parece tener su propio Club de la Construcción (con sucursal en el teatro), repartiéndose entre ellos —la gentita— tal o cual obra y sin la ambiciosa necesidad de mejorarlo o cualquier cambio en donde el espectador se identifique y cuestione. Nuestro cine independiente hace intentos por revertirlo, pero, como buen profeta, es tomado en cuenta allá, en tierras lejanas.

Quisiera decir de los escritores comerciales peruanos esto y lo otro. Alguna vez me dijeron que no podía hablar de escritores si no he escrito un libro. Una falacia. Mencionar al genial Roberto “el Chorri” Palacios o a una iluminadísima Alejandra Baigorria o a Aldo Mariátegui como autores de libros, colocan una licencia, un brilloso pin, en mi imaginaria gorra como para criticar, incluso, a cualquier nobel de literatura. Siempre hay un nicho que le gusta, pues, leer huevadas.

Algunos periodistas hablan y escriben huevadas también (unos menos que otros). Esto depende del medio, el canal, el jefe o el grupo de poder que les firma la boleta a fin de mes. Y por más que persistan con sus huevadas, fueron, son y serán periodistas. Aunque a otros nos sonroje, les mentemos mentalmente la madre y con una ligera mueca vayamos por un café. Sucede en todas las familias.

Y si de huevadas mayores hablamos, los políticos serían el plato de fondo. Las cosas que se llegan a decir en el Congreso lo vuelven un géiser que expulsa huevadas sin control. Sucede sí o sí en cada nueva camada de legisladores, es como ir a ganador en una competencia de huevadas. No creo que el Parlamento llegue a ser un reflejo de nuestra sociedad como se propala, pero sí creo que, con un poco más de visión, las casas de apuestas podrían ampliar su mercado y tener en cuenta la posibilidad de captar más usuarios que se la jueguen ahí: quién dice la primera huevada en el Pleno, quién dice más huevadas en una comisión, el huevón o la huevona de la semana. Y así. Creo que al menos así le pondríamos un poco más de emoción y atención.

“Ya pues, ¿cómo es la huevada?”, me preguntó una ex en el límite de su paciencia con mis vaivenes. La prisa, el no perder más tiempo de lo necesario nos vuelve —además— resolutos. Ella quizá no pudo subir su nivel, ponerle un poco de decoro o jugar con el verso, como lo hizo en 2018 Bruno Giuffra, ministro de Transportes de PPK, pidiéndole “confiar en el pacto” al congresista Moisés Mamani recordándole “cómo es la nuez”. Mejor iré a ver en qué quedó esa huevada.