El día de ayer realicé un post acerca de una publicación virtual de La República (Lu, 2019) acerca del crecimiento de la pobreza en el país. El dato que menciona Lu se centra en que la pobreza monetaria[1] creció de 20.7% en el 2016 a 21.7% en el 2017, luego de haberse mantenido esta en descenso sostenido por más de una década y media, y ello traducido en números significa que hay 400 mil nuevos pobres (Mendoza, 2019, p. 31). Ahora, quienes estamos dentro del mundo del desarrollo y la economía, sabemos que dichos pobres no son “tan nuevos” como se menciona en el artículo, sino más bien son los pobres que dejaron de ser pobres en periodos anteriores, pero que eran plenamente sensibles a regresar a situación de pobreza; y que por tanto, eran también sensibles a seguir siendo beneficiarios de políticas y programas sociales que les permita fortalecer sus ingresos y medios para sostenerse fuera del línea de pobreza.

Al parecer, según el Informe de Oxfam elaborado por Mendoza y mencionado de forma explícita, las políticas sociales de Kuczynski fueron un completo fracaso (Mendoza, 2019, p. 30), lo que evidentemente ha devenido en un rebote o regreso a la pobreza de ciudadanos y en un crecimiento de la desigualdad (Alarco, Castillo, et al, 2019).

Lo que deseo traer a reflexión para esta nota, es lo referente a un extracto de una entrevista que Torres al parecer hace a Mendoza, en el marco seguro de la presentación de resultados. Mendoza mencionó que “en su evaluación inicial de la candidatura del Perú, la OCDE señaló claramente que la persistencia de desigualdades económicas, sociales, de género, entre otras, era un problema central para la sostenibilidad de nuestro desarrollo y que la reducción de estas desigualdades tenía que ser una prioridad en nuestras políticas de Estado (…) Nuestro país sigue estando muy lejos de los estándares de los países desarrollados en protección y previsión social. Nuestros niveles de gasto en salud y en educación como porcentaje del PBI están por debajo no solo del promedio de los países de la OCDE, sino que incluso están por debajo del promedio latinoamericano” (Lu, 2019).

En mi post mencioné lo siguiente: “Me encantaría escuchar atentamente qué tendría que decir la Representación de la ONU en el país”. ¿Por qué?

Mencioné ello porque el PNUD en el país, tenía –imagino que aún debe mantenerla– como proyecto la inclusión del Perú dentro de la OCDE para el 2021. Incluso se habían estado buscando impulsar reuniones entre Perú y Colombia para ver las mejores estrategias para lograr entrar a dicho club, dado que nuestro vecino también desea ser miembro y tenía mejores niveles de avance.

Esto último se relaciona con la siguiente nota que refleja una de las posibles consecuencias colaterales que tendría el país el anhelado ingreso a la OCDE. Felipe Vargas en su artículo “OCDE saca a Chile de lista de países receptores de ayuda: Cancillería busca fórmulas para reducir impacto económico” (2018), considera que Chile, al ser “graduado”, salió de la lista de países receptores para ayuda internacional, medida tomada en octubre del 2017, pues superó el umbral de ingreso de 12500 dólares per cápita fijado por el Banco Mundial. A esto Vargas agrega que dicha medida deja a Chile “sin la opción de acceder a créditos blandos y proyectos financiados por naciones más ricas y otras organizaciones internacionales, provocando un déficit en áreas como educación, fondos de desarrollo de energías renovables y programas de asistencia técnica, entre otras” (Vargas, 2018). Además agrega que el director ejecutivo de la Agencia Chilena de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AGCID), Juan Pablo Lira, expresó que dicha medida, a su juicio, es “inconsecuente” con los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 establecidos por el mismo sistema de la ONU. Al momento de la nota de Vargas, este menciona que existía una lucha por revertir dicha decisión, pero que debo reconocer que me ha sido imposible encontrar en la web alguna referencia de los resultados de ello para el país sureño.

Sin duda alguna ello trae enseñanzas para el Perú, que tanto anhela a tener el mismo éxito de Chile y “graduarse”. Sin embargo, el propio Lira en la nota señalaba menciona que debe haber una dimensión multisectorial, y no se considere solamente el ingreso per cápita. Es decir, de igual forma que la pobreza monetaria, el criterio de “graduación” de la OCDE, determinada por el Banco Mundial, otra agencia del sistema ONU, estaría basada en el ingreso, quedando claro que en ambos casos se exige una forma de medición alternativa y más extensa, que aborde otras dimensiones más allá del ingreso, como las condiciones de vida de las personas.

Mi pregunta que sigue es bastante suspicaz, pues qué hace el sistema de la ONU por un lado alentando el ingreso a la OCDE de países que a corto y/o mediano plazo (es decir, se les podría considerar que están en periodo de desarrollo transicional) aún requerirán de fondos de desarrollo de las naciones más ricas, de organismos o bancos internacionales de desarrollo para ir cerrando brechas que el Estado aún no puede cubrir o atender.  Y por otro lado, qué hace el Banco Mundial estableciendo un criterio para “graduar” a países que más tarde buscarán otros mecanismos de ayuda, es decir, que no se denomine como “ayuda internacional”. ¿Es que el sistema de la ONU le gusta pisarse los talones? ¿Es que no les funciona correctamente las coordinaciones o la alineación de sinergias dentro del UN Country Team (UNCT)? Este último además mantiene en cada país grupos temáticos interagenciales, lo que debería asegurar un intercambio y fortalecimiento de estrategias para la lucha frontal de las diferentes problemáticas que intenta enfrentar el sistema de la ONU, pero bueno, tampoco es tan desconocido que sus propias agencias disputan férreamente por fondos, lo que no sería descabellado pensar en la existencia de una lucha cruda que pudiera llevar a la pérdida del verdadero norte: vidas de personas y comunidades, no millones de gastos.

Siguiendo con mis preguntas, ¿quién estaría detrás de estas políticas internacionales que, por un lado, alientan “promesas”, “mejoras”, y por el otro, cierran posibilidades de seguir trabajando por el desarrollo? ¿Qué intereses existen tras la forma de medir de la pobreza y el criterio de “graduación” establecida en la OCDE? No es en realidad que el PNUD tiene presencia en el país para brindar asistencia técnica al mismo, para que este perfeccione sus métodos de medición de la pobreza, de ser así, ¿cuál es el resultado hasta ahora?

Finalmente, analizando más allá de los que bien o mal puede hacer dicha instancia multinacional, queda la pregunta en el país por analizar sobre cuál sería el interés político del gobierno –o fuera de este– en seguir con el proyecto de ingresar al país a la OCDE. Pues por un lado los datos nacionales demuestran que la pobreza ha crecido, y por otro, ya la OCDE ha sentenciado que el país está de lejos a lograr dicho objetivo, por tanto qué de bueno hay en dicha empresa, cuando la experiencia de nuestro vecino del sur –que posee mejores estándares– nos demuestra que de igual forma vamos a requerir de fondos para alcanzar el desarrollo.

Al parecer, existentes intereses de poderosos tras la marcha a la OCDE, y que podría resumirse en un bastante clave –al menos desde mi entendimiento básico de economía–. “Se trata de una revolución profunda porque, desde 1215 —cuando se estableció que el Congreso fijaría los tributos—, los estados nacionales han sido soberanos en asuntos fiscales. Esa soberanía ahora la toma la OCDE” (Luna, 2019). Es decir, el Perú estaría perdiendo la soberanía en materia de tributación, estableciendo esta instancia la política tributaria y, al parecer, en lo que concierne a asuntos fiscales (impuestos y gastos públicos).

Esto último es crucial para el país, pues se estaría dejando en manos de dicho club la gestión de los recursos del Estado, y cabe preguntar si lo mismo ocurre y es efectivo para sus actuales miembros. Dejo esta última cuestión abierta a los expertos; sin embargo, dejo a los colegas y compañeros ligados a luchas sociales el compromiso y responsabilidad de analizar, comprender y vigilar los datos económicos, pues como todo conocimiento, el que produce la economía se ha convertido en uno demasiado poderoso, al que necesariamente urge descolonizar y hacerlo responder a las verdaderas necesidades del pueblo.

Bibliografía

1.- Alarco, G., Castillo, C., Leiva, F. (2019) Riqueza y desigualdad en el Perú. Visión Panorámica. Lima, Oxfam.

2.- INEI (2017). Evolución de la Pobreza Monetaria 2007-2016. Lima, INEI.

3.- Lu, A. (2019).  Hay 400 mil nuevos pobres en el Perú. Economía Diario La República ­[Artículo]. Recuperado de: https://bit.ly/2T6AXzQ [26 de febrero 2019].

4.- Luna, C. (2019). ¿Una OCDE para vestir mejor al Perú? SemanaEconomica.com [Artículo] Recuperado de: https://bit.ly/2Sxbvy6 [27 de febrero 2019].

5.- Mendoza, A. (2019). Brechas Latentes. Índice de Avance contra la Desigualdad en el Perú 2017-2018. Lima, Oxfam.

6.- Vargas, F. (2018). OCDE saca a Chile de lista de países receptores de ayuda: Cancillería busca fórmulas para reducir impacto económico. Emol. Nacional [Artículo] Recuperado de: https://bit.ly/2Nwaeqk [27 de febrero 2019].

[1] Se considera “como pobres monetarios a las personas que residen en hogares cuyo gasto per cápita es insuficiente para adquirir una canasta básica de alimentos y no alimentos (vivienda, vestido, educación, salud, transporte, etc.). Son pobres extremos aquellas personas que integran hogares cuyos gastos per cápita están por debajo del costo de la canasta básica de alimentos” (INEI, 2017, p.41). Ya han habido numerosos argumentos para dejar de seguir haciendo una medición de la pobreza en términos monetarios e ir incluyendo otras metodologías de medición, como la pobreza multidimensional. Esta última se “propone un método de medición alternativo, buscando aproximarse mejor a la situación y reales condiciones de vida de las personas. Así, se consideran tanto los aspectos meramente monetarios, como el nivel de ingreso o de gasto, como el grado de carencia o privaciones en una serie de rubros claves, tales como salud y educación, entre otros” (Pérez-Campos y Rodríguez-Saldarriaga, 2015, citado por Mendoza, 2019, p. 32). Lo interesante aquí es que incluso usando la medición conservadora, los resultados muestra un crecimiento de la pobreza, que de seguro de haber usado la metodología multidimensional hubiese salido con peores resultados.