“¡Sí, hijita, cuídate, mamita!” fue lo último que escuché de Bertha. Y la pesadilla covid empezó. Somos seres sociales, por ello somos, en gran medida, nuestros contextos y nuestras relaciones, somos producto de lo que hemos vivido y de quienes influyeron en nuestra formación. Y como ya sabemos, nuestras madres, abuelas y otras mujeres mayores han incidido notoriamente en lo que somos las mujeres de ahora.

La pandemia se llevó a un importante grupo de mujeres nacidas aproximadamente entre 1940 y 1960. Aquellas mujeres vivieron bajo un sistema más opresor que el de ahora, sin derecho al estudio, sin derecho al voto, sin derecho a la propiedad, en resumen, con derecho a casi nada. Gran cantidad de ellas enjauladas en los espacios privados del hogar, dedicadas a limpiar y alimentar al hombre proveedor y a sus hijxs, algunas de ellas fueron madres solteras y otras lograron difícilmente generar sus propios ingresos. Quiero aclarar que no pienso que las actividades realizadas dentro del hogar sean “malas” en sí mismas, pero sí injustas cuando solo se les designa a las mujeres como si fuese una obligación natural o biológica. Sin embargo, a pesar de este panorama, estas mujeres nos cuidaron, nos alimentaron, nos educaron y sostuvieron no solo la economía con la doble presencia, sino la vida misma.

Durante este contexto poco favorecedor en el que se encontraban durante su juventud, muchas de ellas, desde sus hogares o desde las organizaciones de bases, de manera sutil o protestando en las calles, lucharon para que ahora, nosotras, tengamos lo que ellas no tuvieron, introduciendo en las mentes de sus hijas y nietas la idea del cambio, de real libertad y de independencia, y dio resultado, muchas de nosotras tenemos ahora educación, realizamos una profesión, creemos en la igualdad de oportunidades y derechos, decidimos sobre nuestros futuros, y salimos a las calles para seguir luchando por las más jóvenes y las que vendrán. Somos el resultado de estas mujeres. Y no solo de las mujeres a las que estamos vinculadas por sangre, sino también a otras mujeres que nos cuidaron. La red de mujeres siempre ha funcionado bien, mujeres ayudando a otras mujeres a seguir adelante.

¿Responsables de las muertes de esta generación de mujeres? Eso es una larga historia, solo basta pensar en la situación de la covid-19 enmarcado en contextos latinoamericanos llenos de informalidad, precariedad sanitaria, gobiernos ineficientes y corruptos, pobreza, indisciplina, machismo, etc. Frente este panorama solo existe resignación. Una mañana, una llamada y solo esperas la trágica noticia. ¿Quién se fue ahora?, te preguntas. Esa llamada que dura minutos, pero parecen años, ese lapso de tiempo en que tardas en asimilar lo inasimilable, mientras la noticia se suelta: “murió, no encontró cama UCI, se nos fue la mujer”.

Bertha fue una de esas mujeres que ayudó de manera silenciosa a otras mujeres a sostener la vida cuando la vida era aún más dura para las mujeres, los cuidados fueron para ella su mejor regalo y su herencia fue su ejemplo. Y así como ella, hubo muchas Berthas que lucharon de diferentes maneras para que nosotras, las mujeres de ahora, seamos un poco más libres, Berthas a las cuales extrañaremos inmensamente y estaremos agradecidas siempre.

Dedicado a todas las abuelas, madres, tías y otras mujeres mayores que la pandemia se llevó. Dedicado a ti, Bertha.