Por Lucía Valladares

Mi historia no es pública, pero tampoco un secreto, yo tengo a mi madre presa desde hace 25 años, sentenciada a 30 años por haber militado en el MRTA. Los únicos recuerdos que tengo de ella son a través de las rejas, pero hemos sabido ser felices a pesar de eso. Mi rutina semanal es ir a visitarla todos los miércoles y algunos sábados (cuando el trabajo lo permite).

Ese miércoles 26 de octubre de 2016, como siempre salí lo más rápido que pude del trabajo para llegar temprano a verla y aprovechar cada minuto, pues siempre nos falta tiempo. Como siempre yo muy ansiosa de verla, me dirijo a la zona de revisión de paquetes, todo era rutina para mí. Mi época de renegar y enfrentarme a las del INPE había pasado, hace tiempo llegué a la conclusión que eso solo nos perjudicaba a mí y a mi mamá, a nuestros encuentros. La técnica del INPE revisa la bolsa en la que llevo una crema para mi mamá, y cambia de cara, hace un gesto de sorpresa que se convierte rápidamente en uno de amargura, saca unos volantes… Yo, al ver los volantes también me sorprendo, pues había olvidado que estaban allí… hasta que recordé haber estado la semana pasada en una actividad organizada por la CCI (Coordinadora Contra la Impunidad; una organización de derechos humanos) sobre los 26 años de la desaparición del estudiante universitario Ernesto Castillo Páez; fue ahí donde recibí los volantes (uno de Ernesto y otro de la actividad anterior por el asesinato de Melissa Alfaro).

La técnica me miró y dijo: “Esto no entra”. Y yo tranquilamente respondí: “Sí, se me olvidó que estaba allí, si gusta bótelo”. La técnica me quedó mirando y preguntó a qué pabellón iba. “Pabellón A”, respondí, y ella automáticamente tomó el radio y llamó a su superior, después de un minuto apareció la alcaide y comenzaron a hablar entre ellas mientras yo esperaba ya con un poco de ansiedad.

“¿A quién visitas?”, me preguntó la alcaide, a lo cual respondí “Lucero Cumpa“ intentando parecer tranquila… el rostro de la alcaide cambio, sus ojos se entrecerraron y me dijo que la acompañara. Fuimos las tres hasta la oficina, la alcaide le indicaba a la técnica que levante un acta, y yo me atreví a preguntar cuál era el problema. La técnica me enseñó que estaba la palabra MRTA (era el volante del asesinato de la periodista Melissa Alfaro), yo traté de explicarles que eso no tenía nada de apología, pero la alcaide se limitó a decir: “Eso ya lo explicarás cuando te pidan que respondas”.

Aquella respuesta fue detonante para que me derrumbara, para que recordara que estaba frente a quien “custodiaba” a mi madre… lo único que pensé era en que me prohibirían las visitas a mi mamá, y mi mundo se derrumbaba, no sabía qué hacer… ¿No poder verla al menos por 6 meses? Cómo, si no soportaba dejar de verla una semana… ¿Y ella…? Ella estaría adentro sufriendo por no verme. Según la lógica de las del INPE, yo merecía ser investigada por el hecho de ser hija de Lucero Cumpa, ellas tenían derecho a violar mi dignidad, mis sentimientos no importaban, y mucho menos los de mi madre.

Poco después entra una señorita de civil, con terno, directo a leer el volante. Ella fue la única que se tomó el tiempo para leerlo todo. Al terminar, voltea y se acerca a mí, “no hay nada de malo” me dice, “tranquila, esto es solo la rutina que se hace con estas cosas”. Al escucharla lo único que pasaba por mi cabeza eran preguntas: “¿Me van a castigar? ¿Ya no voy a poder visitarla?”, la ansiedad en mi voz fue notoria. “No hija, no te preocupes” me respondió tratando de calmarme. “Dígame, ¿voy a poder verla hoy?”. En ese momento era lo único que me importaba, verla para estar tranquila. “Que termine de hacer el acta”, me respondió.

Ya eran las 16:45 y al salir del pabellón la alcaide me llama. Al entrar con la alcaide a su oficina veo a dos policías, mi sorpresa fue evidente pues el policía se dirigió hacia mí y me dijo que no me preocupara que “solo” estaba siendo “intervenida”, y que tenía que acompañarles a la comisaría. ¿Y por qué me “intervienen”? No me detienen porque saben que legalmente no hay motivo, pero quieren hacer notar quién tiene el poder, quieren que recuerde que yo tampoco soy “libre”.

Fue el personal del INPE quien llamó a la policía, según ellas por simple rutina. “Este es mi trabajo, espero que entiendas”, repetían. Mi reacción fue el mutismo, en mi mente estaban flotando todas lo que quería decir, gritar, vomitar: “Tu trabajo tiene que estar acompañado de criterio, no impulsado por el estigma…”, pero no salía nada de mis labios, sabía que tendría que ver a este mismo personal muchas veces más, cada vez que visite a mi madre, ella será quien decidirá si mi falda es muy corta o no como para poder entrar, si mi escote es muy amplio o si mis sandalias tienen mucho taco.

Llegué a la comisaría de Huaylas del Distrito de Chorrillos aproximadamente a las 17: 30. La indignación que sentía estaba mezclada con muchos sentimientos: dolor, rabia, MIEDO…. El miedo fue quizás la emoción más fuerte que sentí, y en lo que pensaba todo ese tiempo. Después de esto (estaba segura de que saldría de esta), ¿voy a esconderme?, ¿voy a evitar todo lo que tenga relación con esto? NO, mi respuesta era tajante. SÍ, estaba muriendo de miedo, pero sabía que no quería esconderme. Así como yo, muchas personas viven esto día a día, el estigma que existe causa daños psicológicos quizás irreparables. Quizás sea odio, del cual he aprendido a despojarme. Quizás sea miedo, el cual aún se mantiene en mí. Todo esto está dañando a nuestra sociedad, así nunca lograremos vivir realmente en paz. Nosotros existimos, lxs hijxs, los familiares, somos seres humanos.

Una pregunta de un oficial en la comisaría resonaba en mi cabeza: “¿Pero quiénes eran ellos? ¿Por qué lo desaparecieron? ¿Por qué la mataron? ¿Quiénes eran?”…. “Eran personas, seres humanos, por qué tendría que haber un motivo para desaparecerlo, para matarla?”, pensé, pero tampoco pude decirlo.

La “intervención” terminó, los oficiales y el especialista de la DIRCOTE se retiraron diciendo que se me avisará “cualquier cosa”. ¿Qué significa eso exactamente? No lo sé. Sé que no pueden abrirme un proceso penal, pero de mi cabeza no sale la idea de que pueden restringirme ver a mi mamá. Quedo pensando en que la actitud de aquella técnica y la alcaide es probablemente lo que muchos en la sociedad peruana harían, investigarme. Porque ser hija de Lucero y tener un volante que denuncia desapariciones y asesinatos, me hace “terruca” y merecedora de una investigación.

Siempre percibí que el trabajo del INPE no era custodiar, sino que uno de sus fines es aburrir hasta el cansancio a las visitas, hacerles vivir cada visita como un martirio. De eso se encargan ellas y ellos, de que el ingreso sea una tortura y decidamos dejar de ir, o al menos hacerlo menos veces. No voy a mentir, sé que hubo un tiempo en el que estuvieron a punto de lograrlo conmigo, pero el amor y la alegría que me da mi madre es más fuerte que todo eso. Ellxs quieren que las de adentro no solo pierdan su libertad, sino que sufran porque no tienen a nadie, se creen dueñas de la justicia y consideran que pueden castigarlas de esa manera. El principio de resocialización no ha sido entendido por muchas personas y menos por el personal del INPE.

Todo esto me reafirma en esta idea de que la única manera de lograr la reconciliación es eliminando el estigma, comenzando a hablar del tema, del conflicto, de los dolores múltiples, del deseo de paz. Y por eso empiezo por contar esta experiencia, por compartirla.

Al salir de la comisaría, estaba alegre, mi sonrisa comenzó desde que pude ver a mi hermana y al abogado, quienes literalmente habían llegado a mi rescate, también el hecho de saber que mis hermanxs de vida estaban pensándome, esperándome. Abrazarlos a cada unx de ellos, responder sus llamadas y sus mensajes fue renovador, saberlos siempre a mi lado me ayudó a entender que nuestro trabajo es importante, somos los que queremos hacer que esto cambie. Somos valientes porque enfrentamos esos miedos que nos han enseñado a tener, nos armamos de valor y levantamos la voz, hemos aprendido a no callar. Porque queremos un Perú sin estigmatización y en paz.