Nuevamente El Comercio le dedica un editorial a Verónika Mendoza, esta vez por pronunciarse acerca de Venezuela y señalar que es una dictadura, un pedido que la persiguió durante toda su candidatura en 2015-2016 y que en momentos que no son electorales (como sabemos, el Nuevo Perú no tiene inscripción y las elecciones presidenciales son en 2021) ella asume a pesar de saber de los diversos matices que existen dentro de su organización.

Justamente la visibilización de esos matices son los que menciona El Comercio para no darle ningún tipo de crédito a sus declaraciones e incluso indicar que esos matices “matan”. Algo absolutamente reprobable si fuera cierto, pero no es cierto, ese matiz no mata a nadie, solo visibiliza que dentro de su organización hay diferencias mayores o menores, y que ella tiene una opinión principista al respecto. Si era algo que no se había discutido a profundidad en tiempos electorales, pues es algo que ya se discutió en tiempos de tranquilidad.

Recordemos cuando en campaña, le preguntaron a Julio Guzmán cuál era su opinión sobre la unión civil y este respondió que él tenía una opinión personal y que la iba a mantener privada. Solo tras el cargamontón que le vino señaló que dijo eso porque en su organización aún no lo habían decidido, pero que él estaba a favor. A diferencia de Verónika Mendoza en su faceta electoral, Julio Guzmán jugaba para la platea y los electores, y podía cambiar de opinión convenientemente por donde iba la marea y para que esta la golpee menos, algo que Mendoza nunca se permitió, ella defendió su postura de democracia débil con graves violaciones a los derechos humanos, que necesitaba una solución en donde la interferencia de las fuerzas de derecha, como las que se pronuncian en Perú y tienen tantas cuentas que saldar aún en corrupción y matanzas, no tuviera lugar y más bien se dé paso a un diálogo de las fuerzas nacionales. Eso nunca fue “defender a Maduro”, como la derecha sostuvo y como lo sigue sosteniendo hasta ahora.

Impensable que una opinión de esa naturaleza, razonable y que apelaba a la democracia para solucionar la terrible crisis venezolana pudiera hacer mella a sus detractores en el Perú, sobre todo en los medios de comunicación que están concentrados en el 80% por una sola empresa, justo la empresa que ha mantenido el statu quo de la derecha en el Perú, defensora a ultranza del libre mercado y un modelo sin fuerza del Estado, se ha plegado a todos los gobiernos autoritarios que han surgido, y le dedica cada cierto tiempo editoriales para desacreditarla.

Ya hemos visto cómo el cuco de Venezuela se usa para desestabilizar y debilitar a todos los candidatos de izquierda a nivel internacional. Venezuela es usada políticamente para que la derecha tenga un leit motiv con el cual aguijonear constantemente los miedos más profundos de la gente, miedos que se hicieron realidad en el Perú en el tiempo de Alan García, por ejemplo, y que se hicieron realidad en España en tiempos de Rajoy, quien volvió a gobernar a pesar de eso, como Alan García, porque son más fuertes las estrategias de la derecha al momento de imaginar un escenario posapocalíptico, que un país en donde los ricos y corruptos no se sigan cargando las arcas del Estado dejando a millones en la miseria. Venezuela se usa en Colombia, se usa en Argentina, se usa en Chile, se usa en España y en todos lados para frenar a todos los candidatos que pueden hacer cambios radicales frente a la pobreza, la precariedad, el autoritarismo y la corrupción. La derecha ha encontrado el mejor recurso para ganar y para mantener a la gente como siempre: desinformada, pobre, precaria, con sus derechos violados constantemente y sumidos en la idea de que la corrupción es como el aire que respiramos.

Verónika Mendoza ha hecho muy bien en señalar lo que piensa de Venezuela, y lo ha hecho mejor al no invisibilizar la diferencia de pensamientos que hay dentro de su organización, porque esta existe, y no se la va a negar solo para darle a El Comercio lo que quiere. Porque así le den lo que quieren, inventarían cualquier cosa para sacar un nuevo editorial al respecto. Los matices están y se debaten, se argumentan, se disputan y se ganan. Y parece que en el Nuevo Perú va ganando la conciencia de que lo que pasa en Venezuela es indefendible y es abiertamente una tiranía. Y es bueno que eso suceda, porque significa que hay gente pensante que expresa sus diferencias, no gente que obedece por seguir a las masas o por una disciplina mal encausada. Así se construye la política y el liderazgo.

Ahora que la derecha ya escuchó lo que realmente no quería escuchar, buscarán desacreditarla de cualquier otra forma, pero a Venezuela ya no podrán usarla más. A la derecha peruana le siguen asustando esos 2 millones 874 mil 940 votos que sacó en primera vuelta. Que sigan asustados, Verónika Mendoza seguirá construyendo otra forma de hacer política.