Dionisio Romero Paoletti, uno de los dueños de las empresas más poderosas del Perú (Grupo Romero, Credicorp y BCP), y por lo tanto, con la capacidad adquisitiva para decidir quién gobierna y quién no (a veces), reveló ante la Fiscalía que había donado 3,65 millones de dólares desde su empresa Credicorp a la campaña presidencial de keiko Fujimori en 2011, y 600 mil dólares a las campañas de Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski en 2016 para evitar que el Perú se convierta en Venezuela.
En un discursos lacrimógeno (lo que nos demuestra que los ricos también lloran), quiso recordar la época de “zozobra” que vivían los empresarios con la inminente llegada de Ollanta Humala y su Gran Transformación al gobierno, y el enorme peligro de que la población “vote mal”, o sea, que vote en contra de ellos. En ese contexto “amenazante” del chavismo es que decidieron dar una suma excepcional, exorbitante, mayúscula a la representante de la mayor mafia corrupta que haya tenido el país, y que superó al aprismo en latrocinio: el fujimorismo.
La derecha empresarial tenía que conseguir a toda costa que la derecha política tuviera el poder, para ellos continuar haciendo sus negocios sin problemas, ganando altas sumas de dinero, flexibilizando derechos laborales, ahorrándose impuestos e invirtiendo en jugosos negocios.
Ellos no querían que nada cambie, es decir, querían seguir llenándose los bolsillos a costa de la situación a la que exponían al Perú con una organización delictiva gobernándonos, porque el fujimorismo no necesitó tomar el poder para gobernar, desde el Congreso obstruyeron, delinquieron, corrompieron y dieron vergüenza ajena más de una vez.
Teníamos un empresariado lumpen capaz de aliarse con la corrupción para seguir acumulando capital, mientras todo el Perú se perjudicaba. Ellos querían tener el control de la economía, y el fujimorismo se lo iba a ceder sin problemas, porque se necesitaban mutuamente, unos para seguir enriqueciéndose, los otros para colocar su proyecto autoritario, de mano dura, de violación de derechos humanos, para robar, para controlar el Poder Judicial, para atar de manos a la Fiscalía, para que la Procuraduría juegue a su favor, para corromper las Fuerzas Armadas, para crear nuevas cortinas de humo, ahora llamadas #fakenews, para comprar a los medios de comunicación o para que estos se rindan a sus pies sin necesidad de ser comprados, como vemos en personajes reciclados hasta el día de hoy, que conducen noticieros y escriben columnas en El Comercio.
Los Romero querían invertir a ganador y perdieron dos veces, la amenaza chavista llegó al poder y en lugar de que se transformara el país, la gran transformación la sufrió Ollanta Humala. El 2016 tenían que impedir que Verónika Mendoza llegue al poder e invirtieron en dos fujimoristas: Keiko y PPK.
Tuvimos que votar nuevamente por el mal menor, y este mal menor demostró ser un inepto y corrupto más, que fue obligado a renunciar. Luego de meses de ignominia congresal, por fin el presidente Vizcarra se animó a disolverlo. En el camino sirvió que fiscales valientes y prensa independiente se unieran para desbaratar a los criminales de saco y corbata que integraban la banda “Los Cuellos Blancos del Puerto”, que se habían apoderado del Poder Judicial en alianza con el fujimorismo, el aprismo y elementos corruptos de la Fiscalía como Pedro Chávarry y del extinto Consejo Nacional de la Magistratura. Todo eso pasó ayer. Se esperan más revelaciones de cómo los ricos del Perú buscaron perjudicar a la población.