Farid Kahhat: “La derecha no acepta derrotas legítimas y cuando la izquierda gana, hace todo lo posible para sacarla del cargo”
Hace unas semanas, Mano Alzada conversó con Farid Kahhat, quien presentó en el Hay Festival Arequipa 2022 su última publicación Tiempos violentos. Rusia,Ucrania, China, Estados Unidos y el nuevo desorden mundial.
El libro, escrito junto a Clemente Rodríguez, explica de manera ágil y sencilla la situación de la geopolítica actual después de la irrupción de la pandemia de Covid-19, las consecuencias de los conflictos comerciales entre China y Estados Unidos, y la guerra entre Rusia y Ucrania.
Entre las declaraciones del sociólogo y doctor en Gobierno, nos concedió no solo su análisis sobre una tendencia electoral en contra de los oficialismos, la agenda antiderechos en los gobiernos, independientemente de si son de izquierda o derecha, y la polarización en las segundas vueltas; sino también su perspectiva sobre la política local con el caso de la elección de Rafaél Lopez Aliaga, nuevo alcalde de Lima.
¿Cómo ha cambiado el mundo con la pandemia pese a los fenómenos ideológicos (posverdad y conspiranoia) y políticos (auge de la derecha radical en algunos países) que ya venían sucediendo?
Justo en el libro Tiempos violentos. Rusia,Ucrania, China, Estados Unidos y el nuevo desorden mundial menciono que lo grave que ha pasado no es que no tenga precedentes.
Lo grave es que habíamos tenido una primera década en este siglo donde, según un autor al que cito en la introducción del libro [Charles Kenny], se había reducido la pobreza en la población mundial en una proporción sin precedentes, había aumentado el número de Estados con sistemas democráticos, también en una proporción sin precedentes, y se había reducido el número de guerras y de muertes causadas por estas en promedio.
Entonces, si bien en la primera década de este siglo tenemos también los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, la gran recesión de 2007 y 2009, la invasión sin justificación de Estados Unidos a Irak, —obviamente pasaron cosas negativas, profundamente negativas—, las tendencias globales eran positivas mayoritariamente o, al menos, había gente que podía afirmar eso y tenía alguna evidencia para mostrar…
Ahora todo eso se ha derrumbado. Esta tendencia a una mejora constante ha desaparecido. La pobreza ha vuelto a aumentar, hace más de una década que la democracia viene retrocediendo, tanto porque hay menos gobiernos democráticos como porque los que persisten tienen problemas de gobernabilidad o son menos democráticos de lo que solían ser, y claro, hemos tenido la peor pandemia desde la gripe española que terminó literalmente hace un siglo. Hemos tenido la peor crisis económica o recesión desde la Gran Depresión y estamos teniendo la peor inflación en 40 años, además de la mayor guerra en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Entonces, lo traumático, diría, no es que no hayamos conocido etapas peores, porque las conocimos. La Segunda Guerra Mundial fue mucho peor que cualquier otra cosa que esté ocurriendo ahora. Lo traumático es que muchos creían que esto no se iba a repetir y claramente se equivocaron.
Cómo está la situación de los derechos de la mujer en el ámbito político internacional
Es otra área en la que estamos viendo retrocesos, porque la derecha radical que está ganando elecciones en Europa y [algunos gobiernos de Estados] de Estados Unidos tiene una agenda claramente antifeminista, contraria al derecho de las mujeres a decidir en torno al aborto, contraria al enfóque de género en la educación escolar, contraria al matrimonio igualitario y la adopcion entre padres del mismo sexo.
En América Latina, donde más bien hay una tendencia a que sean fuerzas de izquierda que ganen, eso también divide a estas fuerzas… Por un lado uno se tiene el gobierno de Gabriel Boric, que dice tener una politica exterior feminista, pero por otro lado tuvimos a un presidente de izquierda como Rafael Correa, que usa la misma expresión que utiliza la derecha conservadora para referirse al enfóque de género en la educacion escolar y le llama ‘ideología de género’, con el mismo propósito de descalificarlo… y Luiz Inácio Lula Da Silva, quien para buscar votos entre sectores conservadores fundamentalmente evangélicos cambió su posición histórica en torno al aborto. Entonces todo esto también es un retroceso en materia de derechos de la mujer.
¿Cómo entender actualmente el conflicto entre Ucrania y Rusia?
Sobre Ucrania y Rusia, en el libro Tiempos violentos. Rusia, Ucrania, China, Estados Unidos y el nuevo desorden mundial presento el caso de Rusia. Si bien coincido con la gran mayoría de críticos de Putin en que el gobierno ruso es el principal responsable de esta guerra anexando territorio violando el Derecho Internacional y cometiendo crímenes contra la población civil —siendo eso absolutamente cierto—, también es cierto que el gobierno ucraniano no era ni por asomo un gobierno ejemplar, que tenía entre a sus aliados a grupos como el batallón Azov, con una formación de extrema derecha y que también había cometido violaciones contra los derechos humanos contra población de habla rusa en Ucrania.
Sabíamos por voceros del propio gobierno de Estados Unidos, como el actual jefe de la CIA [William Burns], que Rusia veía como una amenaza de seguridad la expansión de la OTAN para incluir ex repúblicas soviéticas como Ucrania… Entonces, siendo la responsabilidad fundamental de Rusia, el tema es que tendemos a ver dos asociaciones que no son totalmente justificadas:
Primero, asociar a Rusia con Putin, como si Rusia y Putin fueran intercambiables, como si Rusia no tuviera intereses legítimos más allá del autoritarismo y abusos de poder de Putin. En segundo lugar, vilificamos a Putin: “Rusia es Putin, y Putin es la encarnación del mal”… y como acabo de decir, Putin es responsable de lo peor que está pasando. En ese sentido es uno de los villanos y es el principal villano de esta historia. Mi único punto es que no es el único villano. Esto no es una fábula moral que enfrenta a un bien absoluto contra un mal absoluto.
¿Son Rusia y Ucrania naciones fascistas?
Había grupos fascistas dentro de Ucrania y uno de esos grupos fue integrado a la guardia nacional. Decir que el gobierno ucraniano es un gobierno fascista es algo con lo que no estaría de acuerdo, pero que el gobierno ucraniano era un gobierno democrático tampoco. Incluso, había abusos de poder de parte del gobierno ucraniano antes de la guerra, porque ahora se plantea esto como una guerra entre democracia y autoritarismo. Y Rusia tiene un régimen autoritario. Pero cuando uno ve, por ejemplo, la revista The Economist, que hace una tabla donde califica los regímenes políticos, no colocaba a Ucrania como democracia, la colocaba como un régimen híbrido, a medio camino entre democracia y autoritarismo.
[Sobre el ataque que Ucrania se atribuyó en el puente de Kerch], eso hay que ponerlo en contexto. Rusia ha cometido atrocidades bastante peores que esa. Ahí la pregunta es si ese puente era un blanco militar legítimo, y yo creo que cabe responder que no. No hubo muertes que recuerde.
Amnistía Internacional ha acusado a ambos de violación de derechos humanos, las peores violaciones las está cometiendo Rusia que es el más poderoso además. El punto es, esto no es blanco y negro, también hay conductas reprobables de parte de Ucrania. Por ejemplo, nadie dijo nada cuando el gobierno de Volodímir Zelenski suspendió la inscripción legal de partidos opositores y eso no es propio de una democracia, los acusaba de ser cómplices de Rusia. Son partidos que eran críticos respecto a las políticas que había seguido Ucrania en torno al tema de la relación con Rusia, pero de ahí a que sean cómplices de la invasión rusa, hay un largo trecho.
Pero digamos, yo no pondría al mismo nivel los abusos de poder y la violacion de derechos humanos de Ucrania y Rusia. Quien invadió fue Rusia, y quien cometió la mayoría de violaciones a los derechos humanos fue Rusia.
Pareciera que las izquierdas atraviesan un fenómeno de división cada vez más frecuente en distintos países y elecciones, pero ¿existe una fragmentación en las derechas?
Hay fragmentacion en izquierdas y derechas, solo, brevemente en el caso de la izquierda latinoamericana, como ya dije, Gabriel Boric tiene una política exterior feminista, tiene un gabinete con más mujeres que hombres, mientras que tenemos un gobierno como el de Pedro Castillo, que es conservador en temas de género. Tenemos a Gustavo Petro en Colombia diciendo que deberían prohibirse nuevos contratos de exploración para buscar gas y petróleo, Lula Da Silva diciendo explícitamente que está en contra de esa propuesta… Tienes una izquierda democrática en Chile, tienes una izquierda autoritaria en Venezuela, pero la misma fragmentación se produce en la derecha.
Lo triste en el caso de la derecha, es que, lo que podríamos llamar una derecha más cercana al liberalismo o a la democracia representativa está cediendo el espacio a una derecha radical antidemocrática, que nunca acepta sin ambages una derrota electoral.
Algunos dicen “Jair Bolsonaro aceptó su derrota”, jamás dijo que fue derrotado. Lo único que dijo respecto a las elecciones es que hubo injusticias flagrantes y que iba a respetar la Constitución, pero luego fue un ministro suyo el que habló de Lula Da Silva como presidente electo. Eso jamás lo dijo Bolsonaro. Tuvimos el ejemplo de Keiko Fujimori en Perú, el de Donald Trump en Estados Unidos.
Entonces es una derecha, primero, que no acepta derrotas legítimas, y segundo, que cuando la izquierda gana, hace todo lo posible para sacarla del cargo.
Yo personalmente no creo que el gobierno de Pedro Castillo sea de izquierda, dicho sea de paso, y creo que ha hecho mérito como para que amplios sectores de la sociedad quieran que deje el gobierno. Mi punto no es que Castillo sea inocente. Claramente, en mi opinión al menos, no lo es en los cargos que se le imputan, mi punto es que la derecha nunca reconoció el triunfo de Castillo pese a ser legítimo y lo quiso vacar desde el primer día, eso va en consonancia con una derecha que sacó de la carrera electoral 2018 a Lula Da Silva con malas artes, con un juez que ahora sabemos es un aliado político de Jair Bolsonaro, o que sacaron también con malas artes del gobierno a Dilma Rousseff por un tecnicismo.
Entonces es una derecha menos democrática, una derecha que no acepta los hechos cuando no son convenientes a su narrativa.
Creo que la mejor prueba de eso es cómo va cambiando la posición de Rafael López Aliaga el día de las elecciones municipales de Lima, en la mañana estaba denunciando un posible fraude porque decía que había boletas donde el símbolo y el nombre de su partido no aparecían. Nadie le preguntó cómo él tenía boletas que deberían estar única y exclusivamente en poder de miembros de mesa, pero ya estaba cantando fraude antes de que cierren las mesas de votación.
Cuando sale el flash electoral que indicaba que él iba adelante y podría ser próximo alcalde de Lima, desaparecieron todas las denuncias. A medida que va avanzando el conteo y pasa adelante temporalmente Urresti, se convoca una marcha contra un presunto fraude electoral —lo que está implícito cuando se dice “respeta mi voto”—. Y cuando a la medianoche vuelve a pasar adelante López Aliaga, nadie se acuerda de la marcha.
En otras palabras, lo que a mí me queda claro, es que les importa un comino los hechos. Hubo o no hubo fraude según ellos ganen o pierdan. Y claro, si no puedes ponerte de acuerdo en cuáles son los hechos fundamentales con esta derecha radical —y también sectores de izquierda— con el efecto cámara de eco que muchas veces producen las redes sociales. ¿Cómo puedes tener un debate si ni siquiera admiten los hechos fundamentales?
¿Existe polarización viendo situaciones electorales en las que se define una presidencia o cargo importante por muy reducidas diferencias, como 40 mil votos?
Veamos los casos de Perú y Brasil. Comparemos la primera y la segunda vuelta. En Brasil, en primera vuelta ya Lula Da Silva y Bolsonaro tenían juntos más del 90 % de los votos, entonces ahí hay polarización real, polarización desde la primera vuelta, y claro, cuando hay polarización también es cierto que el otro no es un rival político, sino es un enemigo existencial.
Entonces la idea de cambiar el voto es inconcebible o es concebida como una traición. Pero en el Perú la polarización es un efecto de la segunda vuelta, porque los candidatos que pasan a segunda vuelta en su conjunto llegan apenas al 25 % de los votos. No es el caso que haya una polarización desde un inicio.
La polarización se da por identidad de quienes pasan a segunda vuelta. Claro, hoy en día sabemos que Castillo terminó siendo un bluff, —por suerte, probablemente, porque no aplicó nada del programa marxista leninista con el que postuló a la presidencia en primera vuelta, el programa de Cerrón. Pero en todo caso, tenía un programa marxista leninista que hablaba de expropiar sectores estratégicos de la economía en primera vuelta—, y el fujimorismo es claramente una fuerza conservadora y autoritaria… Entonces, eso probablemente hizo que la segunda vuelta llevara una polarización que no existía en primera vuelta y se ha mantenido una vez que ganó Castillo. Pero que haya diferencias muy pequeñas, varía mucho dependiendo de las circunstancias previas.
En Brasil hubo polarización desde el inicio. en Perú no. En Perú es un punto de llegada la polarización.
Sí se ha dado este caso en Colombia, en Brasil, en Perú. En Chile fue más amplia la diferencia, pero en otros países sí ha sido muy ajustada la diferencia [en el caso de las segundas vueltas].
La polarización probablemente permanezca, pero eso no quiere decir que los resultados electorales tengan que ser ajustados. Hay países como Chile, donde por ejemplo Boric gana con una diferencia de más de 10 puntos. El tema, sin embargo, es que si lo que estamos teniendo es un descontento con el oficialismo, sea de derecha o de izquierda, si alguna de las causas de ese descontento —como la recesión internacional, la inflación internacional, se mantienen—, ¿eso también va a afectar a los gobiernos de izquierda?
Por eso mencionaba cómo en Chile, a menos de un año de haber asumido el gobierno Boric, sus niveles de aprobación han caído más de 20 puntos. Cuando en un referéndum anterior, 78% estuvo a favor de un cambio de Constitución a través de una Asamblea Constituyente, luego sucede que menos del 40 % aprobó este proyecto. Tal vez eso tenga que ver con la naturaleza misma del documento que se elaboró en la Asamblea Constituyente chilena, que era muy cuestionado, pero también es producto en parte del deterioro en la aprobación de un gobierno de izquierda. El voto que saca el proyecto de Constitución es casi idéntico al nivel de aprobación que tenía Boric [en ese momento].
En el caso de Castillo, él nunca tuvo más de la mitad de electores a nivel de aprobación, pero tenía alrededor del 40% y ahora está en menos del 30%. Entonces mi impresión es que, a diferencia del giro a la izquierda de principios de siglo, donde la izquierda ganaba elecciones consecutivas, casi sin parar, tres en Ecuador, Bolivia, Uruguay, Argentina, cuatro elecciones consecutivas en Brasil, tal vez ahora no se repita ese patrón.
Sobre Tiempos violentos. Rusia,Ucrania, China, Estados Unidos y el nuevo desorden mundial
Como detalla Farid Kahhat en esta entrevista, no hay nada peor que haya sucedido hasta ahora que pueda superar la tragedia humana que fue la Segunda Guerra Mundial. Y sin embargo, pese a que las últimas décadas del siglo XX y la primera década del siglo XXI estaban siendo relativamente menos violentas generando proyecciones optimistas, la población mundial que convivía con el impacto de significativas hostilidades comerciales y políticas tuvo que sufrir el aplastante arribo de la pandemia de Covid-19.
Precedente a esa crisis sanitaria ya venían sucediendo desencuentros entre algunas naciones debido a la anexión de territorios por la violencia, es decir, contra acuerdos del Derecho Internacional como lo suscitado con Crimea, además del conflicto comercial entre China y Estados Unidos durante la administración Trump, que habría tenido sus primeros atisbos en la administración Obama, generando fricciones en las industrias tecnológicas y de desarrollo militar, por consecuencia, y otros problemas desatendidos que perduran desde la Guerra Fría.
Esta publicación a cargo de la Editorial Crítica (Grupo Planeta) reúne cinco ensayos que detallan cada una de estas situaciones, que pese a lo complejas de estas problemáticas, Farid Kahhat y Clemente Rodríguez explican de manera sencilla y ágil.
Kahhat expone sobre las circunstancias últimas en Ucrania, Rusia, Estados Unidos, China y Afganistán, y Rodríguez desarrolla cómo la cadena de producción de microprocesadores y semiconductores afectada por el conflicto comercial tiene repercusiones en las economías y sistemas políticos de los países involucrados. Algunas posibles consecuencias son deslizadas teniendo en cuenta la irrupción y permanencia de la Covid-19.
Una pregunta planteada casi al final del libro, desprendida de un ejercicio de la revista Foreign Policy, y que va sobre la situación de naciones como Afganistán, sería propicia practicar entre todos los otros ciudadanos que creemos estar eximidos del desorden mundial: “¿Qué ocurre cuando un Estado se derrumba y nadie se da cuenta?”.