La feminista boliviana María Galindo está en Perú para presentar su última publicación “Feminismo bastardo”, en varias ciudades incluyendo Lima, Arequipa, Cajamarca y Huancayo y Cusco. Mano Alzada conversó con ella para que nos cuente qué es el feminismo bastardo, sobre la inutilidad del Estado para las demandas feministas y sobre la justicia feministas, una justicia paralela a la justicia ordinaria que no soluciona nada, y que tiene que ser construida en colectivo y de forma regional.

¿Qué es el feminismo bastardo?

El feminismo bastardo es otra propuesta de feminismo. El feminismo bastardo es el conjunto de giros conceptuales, políticos, teóricos y prácticos que los feminismos de esta parte del mundo necesitamos, esta parte del mundo que no es América Latina, porque no es ni América ni es latina, sino que el culo del mundo. El feminismo bastardo es una oportunidad que nos tenemos que dar a nosotras mismas para repensarnos desde otro lugar. Entonces ahí yo planteo lo bastardo, el bastardismo, como un lugar de enunciación.

¿Qué es un lugar de enunciación? Es un lugar donde te paras para reconocerte, es un lugar donde te paras para hablar, es un lugar donde te paras para pensar, es un lugar donde te paras para pensar, es un lugar donde te paras para construir mundo. ¿Y cuál es ese lugar? Nos han dicho que el lugar donde te paras para hablar debe ser sí o sí un lugar atravesado por una visión identitaria: soy mujer, soy hombre, soy joven, soy viejo, soy afro, sol cholo, soy indio, soy indígena, soy quechua. Lo bastardo es más bien impugnar todos esos lugares identitarios, que son lugares cerrados, que simplifican las complejidades de nuestras sociedades para buscar un lugar de enunciación que es un intersticio, un lugar que está entre dos presiones distintas, para abrir un espacio en un lugar que no es legítimo ni para estos ni para estas, no es un lugar de neutralidad, es un lugar de conflicto, es un lugar nuevo, que es muy importante, porque somos sociedades, y lo digo como boliviana, somos sociedades signadas, atravesadas, por complejos racistas, por complejos clasistas, por formas de castigo corporal, por formas acomplejadas de mirarnos como sociedades. Esto tiene mucho que ver con el proyecto colonial de la construcción de estados nacionales, que son estados nacionales absurdos.

El Perú es una mentira, por eso no funciona y no funcionó nunca, el Perú es un absurdo, es un error histórico en sí mismo, pero Bolivia también, pero Chile también, pero Ecuador también, pero Venezuela también. Nuestros estados nacionales son estados coloniales con fronteras coloniales que están construidas sobre una noción, la noción del estado nación, y el estado nación construido sobre un proyecto de mestizaje que es un proyecto de blanqueamiento, de negación del otro, de la otra, y que sobre todo es un proyecto de negación de los pueblos indígenas, pero frente a ese proyecto de blanqueamiento, a ese proyecto oligárquico, a ese proyecto hispanista, a ese proyecto racista de estado nación la afirmación de lo indio, de lo otro, de lo indígena no es una interpelación suficiente, sino que la erosión, esa idea de la de plurinacionalidad que puede revertir, es un proyecto que pasa por encima del conflicto real que son nuestros complejos, nuestros racismos internos, nuestros colonialismos internos.

Es ahí donde yo abro lo bastardo, el bastardismo, para reconocernos como hijas del violador y la violada al mismo tiempo, para reconocer la violencia como nuestro origen para procesarnos desde un lugar de conflicto indisoluble, el feminismo bastardo es el atrevimiento, desde una premisa feminista y desde una lucha feminista, de erosionar identidades, erosionar identidades nacionales, erosionar mestizajes blanqueados y abrir todos los problemas, no uno solo, todos los problemas, porque creo que sociedades como el Perú, Bolivia, Chile, por mencionar unas, son sociedades en donde no ha bastado abrir el problema de clase, el problema colonial, el supuesto hombre-mujer, hay que abrir todos los problemas al mismo tiempo. Eso sería.

¿Todas podemos ser feministas bastardas?

Quien quiera usar ese espacio de enunciación es muy libre de hacerlo y quien no quiera es muy libre de hacerlo también. Yo en ningún momento lanzo esto con esa vocación pastoral del marxismo ni de ninguna otra corriente política ideológica que te dice “oye, si no estás aquí estás fuera de foco”. Que lo haga quien se atreva, que es peor, porque no es tan fácil cargar con la violencia como origen, pero al mismo tiempo tampoco es un espacio de exclusión, es un espacio de conflictividad absolutamente necesaria para repensar.

Eres bastante crítica con el feminismo “legítimo”, el feminismo institucional, ¿por qué es tan malo este feminismo más tecnocrático?

No es feminismo legítimo, porque quién mierda quita o pone la legitimidad; segundo, no es feminismo, es tecnocracia de género construida por Gina Vargas y toda la patrulla de tecnócratas de género neoliberales, que lo que han hecho es: aquí está la categoría de género. Han hecho una lectura simplificadora y reduccionista de la categoría de género, primero como una categoría universal, que género significa lo mismo en Australia, que en África, que en esta parte del mundo. Falso. Han agarrado la categoría de género y la han fundido al proyecto neoliberal, que ya sabemos lo que es para nuestro continente: abrir un nuevo ciclo de extractivismo colonial ecocida, pero para abrirlo necesitaban sí o sí de la fuerza productiva de las mujeres como colchón amortiguador suavizante de las políticas de ajuste estructural, y necesitaban vendernos el lugar de colchón amortiguador de las políticas de ajuste estructural como proceso emancipatoria. O sea, necesitaron maquillar el endeudamiento de las mujeres, maquillar los procesos de lucha y de subsistencia de las mujeres como empoderamiento, entonces no estamos hablando de un feminismo legítimo, estamos hablando de una tecnocracia de género que es parte del proyecto colonial capitalista ecocida que tiene un mensaje específico y un conjunto de políticas específicas dirigidas a las mujeres del sur del mundo. Por otro lado, ese mismo proyecto te dice “todas las mujeres son equivalentes a la mujer y todos los hombres son equivalentes al hombre”, por lo tanto, es un proyecto que usa un borrador de este tamaño para borrar diferencias de clase, de edad, de color de piel, de si eres madre o no eres madre, del lugar que ocupas en la economía, físicas relacionadas con discapacidades, con modelos estéticos tiránicos, o sea, todo el conjunto de diferencias es reducido a un dato biológico que es ser portadora de útero.

Son muchas operaciones, primera operación, el proyecto matriz de la tecnocracia de género es el neoliberalismo, no es un proyecto feminista; segundo, la reducción de las complejidades de las mujeres a una, el dato biológico; tercera reducción, el género como aquello que atinge a las mujeres y es de carácter universal; y cuarta, que es la englobante, a este sistema patriarcal, así como está, que además ni hablaban de patriarcado, lo único que le falta es la inclusión de las mujeres. El único problema en el neoliberalismo es la exclusión de las mujeres, cuando las mujeres estamos siendo una base de soporte de; entonces los criterios de inclusión: paridad y alternancia en los puestos electivos en el Estado, en los puestos de representación dentro de una democracia liberal, para que no cuestionemos los moldes de esa democracia liberal, esa democracia liberal que no representa las voces de los animales, las voces de la naturaleza, esa democracia liberal vaciada donde la política ha sido privatizada a través de una entidad patriarcal como son los partidos, esa democracia liberal que solamente disputa la administración del Estado, pero no el proyecto de mundo ni de sociedad que queremos; es decir, Castillo tiene la capacidad de prender la luz del Palacio de Gobierno, de apagarla y de abrir la puerta, no mucho más. Entonces la idea de la participación política de las mujeres es una payasada, es una mentira, es una tesis sin contenido, es una tesis vacía. Y yo creo que las feministas de todo este continente, después de más… el neoliberalismo ha cumplido 50 años, 50 años, compañeras, estamos totalmente a la altura de saber que nada de lo que ofrecieron nos sirve para algo, que las políticas de igualdad a nombre de las mujeres sirvieron para las blancas flacas de la clase media alta que se correspondían con los hombres de esa misma clase, pero que esas políticas enarboladas a nombre de las trabajadoras del hogar, a nombre de las trabajadoras sexuales, a nombre de las mujeres trans, nunca llegó a esas mujeres. no estamos hablando de feminismo, estamos hablando de una tecnocracia.

¿Qué podemos hacer para que las mujeres dejen de creer que el Estado es una clave para el progreso, que nos puede ayudar a tener beneficios o una mejor calidad de vida?

Parte del disciplinamiento neoliberal ha sido el estadocentrismo, es decir, que la relación que tú tienes que tener desde una actividad con niños o niñas de la calle, con personas con capacidades diferentes, con poblaciones afrodescendientes o artística cultural, o desde cualquier tipo de iniciativa política cultural, tu único acicate, tu único lugar de sentido es finalmente terminar en las puertas del Estado como cliente de primera, segunda o tercera, generalmente de quinta, con algún tipo de demanda al Estado, y el Estado siempre barajar tu demanda como secundaria al proyecto. Ese es un lugar casi inevitable, fuertemente insuflado como forma de disciplinamiento en nuestra actividad: el estadocentrismo. Yo lo que propongo es, primero, antes de pararnos frente a las puertas del Estado a pedir una sede, que puede ser muy legítimo, a pedir un presupuesto, que puede ser muy legítimo, a pedir justicia contra un feminicidio, que puede ser muy legítimo, a pedir el subsidio o una beca, que puede ser muy legítimo, yo no estoy cuestionando la legitimidad de esas demandas, pero yo pido, primero, antes de pararnos ahí, pensemos qué es el Estado, porque el Estado ya tiene un guion sobre nosotros y nosotras: no somos nada, pero nada nada.

En Bolivia estamos, por ejemplo, en una acción de restitución del valor de la vida de las mujeres, si tú eres una mujer trabajadora sexual y te matan, el Estado indica que te boten al basurero, se te entierre en una fosa común como una NN y no eres nada. Si estamos hablando de pueblos amazónicos en Perú o en Bolivia, hay genocidio silencioso, porque es más importante la extracción de petróleo o la construcción de una represa, que el ideario que te puede corresponder como pueblo indígena amazónico. entonces, no somos nada. Segundo, qué es el Estado, preguntémonos, el Estado, los Estados de esta parte del mundo, el Estado boliviano, el Estado peruano, el Estado chileno, el Estado colombiano son administradores de un proyecto colonial capitalista ecocida y patriarcal supraestatal. Yo entiendo perfectamente, en Perú como en Bolivia y cualquier sitio, la diferencia entre Piñera y Boric o la diferencia entre Fujimori y Castillo, pero también al mismo tiempo, así de grave es que el proyecto colonial supraestatal sobre Boric o Castillo va a operar de maneras muy parecidas, porque son meros administradores.

Nosotras tenemos que pasar de eso, no digo “no pidas el subsidio”, no digo “no dinamites la puerta del juzgado”, no digo nada de eso, pero tenemos que pasar de pensarnos como clientes de un Estado que es meramente administrador a productores y productoras de forma de lucha y de formas de autonomía que van más allá del Estado, que le disputan al Estado la administración de la vida social y que nos entendemos como procesos regionales, no nacionales. Ponte un ejemplo, ustedes trabajan en educación, hay que disputarle al Estado la noción de educación. Yo trabajo en justicia, cuál es mi tarea, disputarle al Estado la noción de justicia, porque el Estado boliviano es incapaz de producir y administrar justicia; entonces, si el Estado no puede producir justicia, por qué le pido al Estado justicia, por qué. Tenemos un desafío muchísimo mayor que construir.

¿Cómo sería una justicia feminista?

No lo sé, pero lo que yo he logrado hasta ahorita es lo siguiente, y yo he visto todo el proceso, y me gusta a mí mucho, y soy en eso un poco marxista, en el sentido de que hay que entender los procesos como procesos productivos; es decir, por ejemplo, antes de que exista este libro, existieron páginas en blanco, antes de que existan páginas en blanco existieron ideas, antes de que existieran esas ideas existieron prácticas, prácticas que fueron traducidas en pensamiento, pensamientos que fueron escritos en páginas, esas páginas fueron organizadas y luego entró, al final de un proceso. Entonces, en la justicia, en la relación entre las mujeres y la justicia cuál es el proceso del que soy partícipe: la justicia patriarcal ha concebido a las mujeres como no dignas de voz, como dignas de tutela, como no creíbles, incapaces de dar un testimonio de credibilidad y completamente despojadas de todas las soberanías, poco a poco en ese proceso, la primera conquista más importante, para mi gusto en las legislaciones de esta parte del mundo no es el voto, porque el voto llegó dentro de un paquete de ciudadanía que nos ha servido poco o nada, pero sí el divorcio, el divorcio llegó como un paquete de emancipación. Las mujeres, a partir de ese separar su entidad mujer de tu condición de esposa y de tu condición de madre, te permitió entender una trama muy grande de relaciones de poder, que no estaban ni visualizadas como formas de injusticia.

Yo tengo 57 años, cuando yo tenía 30 y pico, el Estado boliviano concibió por primera vez la violación como un delito contra las buenas costumbres, sino contra las libertades sexuales, estamos hablando de que yo todavía, aquí como me ven, he sido partícipe de una sociedad en donde la violación no era un delito contra las mujeres, la violación en el matrimonio, de hecho, no lo es, y además, la violación de una trabajadora sexual o la violación en un vínculo amoroso es absolutamente imposible de probar, y la propia legislación patriarcal y la justicia patriarcal hoy vigente, aunque la violación es un delito contra las libertades sexuales, siempre es la violada la que tiene que demostrar su inocencia, y los procesos de revictimización son tan brutalmente ampulosos, que terminan desactivando todo el poder contestatario de la víctima.

Entonces el juego victimador-víctima al interior del proceso de la justicia patriarcal es un juego que te anula, te machaca y terminas no consiguiendo justicia. Lo que yo he visto en este proceso es que las mujeres desde el lugar de negación completa de su condición de sujeto de justicia, que mereces justicia, hemos pasado de entender el conjunto de relaciones de poder que nos rodean, a demandar justicia para disolver esas relaciones de poder, y de ahí estamos pasando a entender que la justicia patriarcal ni siquiera de entenderlas. Nuestro siguiente paso ya no es demandar justicia a la justicia patriarcal, sino producir justicia feminista. En qué consiste, no lo sé. Esa tiene que ser una construcción colectiva.

Yo vengo de un país, que ha logrado el año 2009, inscribir en el ideario social un sistema plural de justicia, en Bolivia hay la justicia ordinaria y la justicia indígena-originaria, como planteamiento de que esta justicia parte de otros presupuestos que la ordinaria, la ordinaria sería la colonial heredada occidental, y la indígena originaria sería la que pertenece a los pueblos por usos y costumbres. Lo que nosotras en estos momentos estamos empezando a hacer es decir “aquí, ni esta justicia resuelve para las mujeres, ni esta”. Hay que crear un tercer sistema de justicia paralelo que es la justicia feminista y no te la puedo definir, pero tiene que ver con ese conflicto originario de relaciones de poder concebidas como legítimas sobre las mujeres y la desactivación de estas relaciones de poder sobre los cuerpos y las libertades y las soberanías de las mujeres concebidos como legítimos, por ejemplo, la legítima defensa, es decir, tú tienes que dejarte matar para ser reconocida como víctima, tienes que dejarte matar, puedes defenderte a costa de la vida del otro, son preguntas bien profundas que los feminismos tenemos que resolver, porque además la justicia patriarcal lo que hace es construir un sistema que reproduce violaciones que reproducen sistemas de violencia, feminicidios que reproducen sistemas feminicidas; es decir, lo único que está haciendo la justicia patriarcal es garantizar la perpetuación de ese crimen.

¿Cuál es tu perspectiva sobre las presentaciones de tu libro en Perú?

Estoy aquí por un motivo, porque sino no vendría. Yo creo que toda esta parte del mundo tiene que iniciar un nuevo ciclo de crear, plataformas y estructuras de diálogo sur-sur absolutamente necesario, no es una creencia simplemente utópica, sino que tiene que ver en que yo estoy segura que el proceso peruano, el proceso boliviano, el proceso chileno, el proceso colombiano, son procesos políticos sociales concomitantes, regionales, no es posible que el proceso peruano se circunscriba a sus fronteras y salga adelante desde las lógicas internas de sus fronteras, lo mismo, el chileno, el colombiano, etc. Entonces, en cuanto a los feminismos de esta parte del mundo, no solamente hemos tenido una fuerte injerencia de lo que es la tecnocracia de género desde una visión del modelo neoliberal colonial, sino también una visión muy eurocéntrica; es decir, las bases genealógicas, el ideario político de los feminismos ha sido un ideario eurocentrado en la base de la idea derechos para las mujeres, que es una simplonería vacía y que es una visión en muchos casos eurocentrada; yo creo que nosotras debemos tener la capacidad de generar espacios de intercambio, de entender nuestros procesos como procesos regionales donde nos necesitamos unas a otras, tres, descolocarnos desubicarnos desentornillarnos del anclaje del discurso del feminismo como proyecto de derechos al discurso del feminismo como proceso de despatriarcalización. En función de estos elementos claro que tengo expectativas, porque hay necesidad de colocar la discusión feminista en otro lugar, que no sean los derechos para las mujeres. Siento que también levanto mucha expectativa, no es que “ah, viene la boliviana, que nos importa”, sino que hay un despertar, todavía quizás muy básico, pero hay un despertar muy importante para establecer estos diálogos.