Ante hechos que configuran violencia machista siempre se buscará responsabilizar a la mujer por lo ocurrido, por si bebió, por si su ropa era provocadora, por si estaba sola en la calle, por si no gritó fuerte, por si denunció después de tiempo, por si miles de cosas más, que solo buscan la perpetuidad del patriarcado, al no reconocer que se trata de un problema estructural que recae en la dominación naturalizada que los hombres han ejercido sobre las mujeres desde tiempos inmemoriales.

No obstante, cuando la víctima es una niña, la situación cambia, porque ya resulta descabellado y miserable responsabilizarla por su desgracia, pero de igual modo, la mirada patriarcal buscará revictimizar a alguna mujer, es por eso que la población machista, en lugar de concentrarse en el agresor, buscará culpabilizar a la mujer cercana a la niña y con frecuencia será la madre de ésta sobre quien recaerá todo el odio y maltrato machista que de manera conjunta a “la puritana” sanción social, se encargarán de hacer más miserables la vida de las mujeres.

El feminicidio del cual fue víctima Camila, la niña de 4 años, ha despertado un linchamiento social masivo hacia su madre y sobre esto debemos reflexionar para no permitir que el machismo y la misoginia protagonicen la escena pública respecto a la indignación colectiva, que debiera centrarse en la niña cruelmente asesinada y su feminicida adolescente, quien es prueba viviente del machismo enquistado en la sociedad que lo ha formado con éxito como un agresor letal.

Como premisa es importante señalar que bajo ningún supuesto, las mujeres que no aprobamos este linchamiento masivo a la madre dejamos de observar su labor de crianza y cuidado, aunque no tengamos derecho a hacerlo, tampoco dejamos de observar las situaciones de precariedad y pobreza que conlleva a que, por las razones que fueran, las y los adultos dejen a menores bajo el cuidado de otros menores,  y mucho menos creemos, como por ahí leí, que las y los niños deban andar solos o solas sin el cuidado de una persona adulta responsable, que pueda proveerles todo aquello que las y los menores no son capaces de hacer por la etapa de vida en la que se encuentran, que no les da aún autonomía.

El rol de Mirella Huamán como madre es deficiente, seguramente, pues la niña estuvo expuesta a diversos riesgos, pudo morir por contacto con un cable de energía suelto, pudo ser atacada por un perro salvaje, pudo sufrir una caída letal, pudo ingerir un producto tóxico, entre muchas cosas terribles que incluso la hubieran llevado de igual modo a la muerte, como efecto del descuido, pero bajo ningún motivo la consecuencia directa de la negligencia conlleva al acto feminicida deplorable. Decir que por la falta de cuidado Camila fue víctima de secuestro, violación y feminicidio es asignar responsabilidad a las propias mujeres, o a las mujeres que cuidan de ellas, de la violencia machista que se gesta y permite eximir de culpa a un sistema machista que produce violadores y feminicidas.

Ahora bien, para este caso puntual, culpabilizar a la madre ha sido bastante efectivo, en tanto su forma de ser encaja perfectamente en el estigma de la mala mujer bajo los estándares machistas y por ello su imagen y conducta ha creado el caldo de cultivo ideal para que la misoginia de la sociedad, que le asigna culpabilidad por lo ocurrido con su hija, tenga tanta llegada y sea difícil identificar esta acusación colectiva absurda como una muestra de machismo vivo.

Sobre la madre de Camila podemos ver lo siguiente: i) se fue de fiesta y eso per se la condena en todos los sentidos, ii) es joven y se cuestiona que “se haya embarazado” a temprana edad, iii) estaba con otro hombre y se fue al hostal, iv) no se desgarra en llanto ante lo ocurrido y no sufre ante cámaras como la sociedad quisiera, por enunciar algunos puntos.

Estos aspectos son los que despiertan con mayor énfasis la sanción social, incluso más que el hecho de dejar a sus niñas bajo el cuidado de otra menor, porque ante hechos símiles con consecuencias nefastas que han derivado en la muerte de menores, la opinión pública no ha sido igual.

Por ejemplo, han fallecido niños y niñas en sus casas, producto de un incendio generado por velas utilizadas en medio de la pobreza y la falta de energía eléctrica, pero que no pudieron huir debido a que sus padres los encerraron y salieron. Han fallecido niños y niñas atropellados que estaban solos en la calle sin la supervisión cercana de un adulto responsable. Han fallecido menores como consecuencia de accidentes letales con agua hirviendo por no tener control cercano de un adulto que haya prevenido la tragedia. Han muerto electrocutados por no tener un adulto cautelando sus inquietudes que los llevaron a explorar en zonas peligrosas. Han ocurrido tragedias diversas en donde la primera reacción ha sido la de compasión y pena, sin ningún cuestionamiento masivo tan perverso hacia quien o quienes tenían el deber de cuidado.

No obstante, en el caso de Camila tenemos un hecho que la sociedad se niega a aceptar, pues ella fue víctima de la violencia machista, esa que es generada fundamentalmente por hombres y que afirman es un cuento inventado por las feministas y que no existe, aunado a la imagen de una “mala madre”; por ese motivo es que las reacciones inmediatas de pena y dolor con la niña e indignación con el agresor se han visto tristemente opacadas con más machismo, mediante la asignación absurda de culpa a la madre de la niña, quien además tiene todas las condiciones para ser sancionada por el machismo. Este caso duele y mucho.

No se quiere evidenciar el problema, en tanto la sociedad, consciente o inconscientemente, se resiste a identificar esta tragedia como consecuencia de un sistema social machista que siembra dominación, odio y desprecio hacia las mujeres. Aquí debe quedar clara que la responsabilidad del secuestro, violación y asesinato es del adolescente machista y no de la madre negligente.

No se quiere transparentar la realidad, en donde la crianza en pobreza conlleva a muchas situaciones similares, pues muchas madres salen a trabajar sin poder llevar a sus hijos o hijas consigo, quienes son cuidados por otros menores ante la indiferencia social y estatal respecto a la crianza y cuidado de las y los niños. Siendo que, en el caso puntual, si la madre salía a trabajar y dejaba a Camila en las mismas circunstancias, el agresor machista hubiera atacado de todos modos.

No se quiere enfocar el problema, en donde el victimario es un adolescente, que también es consecuencia de esta sociedad corrupta, machista y violenta, que lo está formando así, y por ello hoy se encuentra replicando conductas que percibe como normales y que sabe quedan en la impunidad. He ahí la importancia de la formación escolar con enfoque de género.

Todas las personas debiéramos ser responsables de proteger a las y los niños, la crianza y cuidado no es una labor individual, como también debemos ser responsables en informarnos sobre la problemática de criar niños y niñas en situaciones de pobreza. Debemos ser lo suficientemente conocedores de las circunstancias en las que se encuentran siendo cuidados los que residen en las zonas más precarizadas, debemos ser capaces de comprender que la contratación de una niñera es un privilegio de clase, siendo que a veces la niñera deja de cuidar a sus hijos para cuidar a los de los demás, debemos de advertir que no existen programas públicos que garanticen el bienestar de las y los menores, seamos capaces de entender que muchas madres autónomas pobres no tienen más opciones que la solidaridad vecinal, siendo que, ante situaciones de peligro o presunto abandono, más allá de cuestionar a la madre, nuestra reacción instintiva inmediata es de ponerlos a buen recaudo, llevándolos a un lugar seguro y en caso se trate de menores cercanos o cercanas, apelar a las medidas legales correspondientes para que sean cuidados por adultos y adultas que garanticen su bienestar.

A las y los niños se les cuida, lo de Camila es un fracaso colectivo de nuestra sociedad machista y por no asumirlo como tal, culpan a la madre. La reacción inmediata no es secuestrar, violar y matar, eso no es normal y eso es violencia patriarcal.