Por Rafael Salgado
Nuestra historia reciente es algo que nos cuesta procesar, pero en vez de generar procesos de encuentro entre todas las personas que vivimos ese periodo y las que no, lo que se busca es la aniquilación de quien no piense como uno.
Es así como entiendo todo lo que se quiere hacer con ese mausoleo, como le llaman, pues para algunos sectores de la sociedad peruana, quienes fueron torturados, asesinados y desaparecidos por un Estado terrorista no tienen derechos, están bien muertos. Para ellos, los familiares de esas personas tampoco tenemos ningún derecho, ni siquiera el de llorarlos en paz en algún lugar digno.
Somos una sociedad donde unos pocos manejan los miedos de muchos para mantener el odio y la venganza como la mejor forma de mantenernos desunidos y dominados, y controlarnos para que nada cambie.
Todos quienes se consideran progresistas, de izquierda o defensores de los derechos humanos deberían estar en contra de lo que está proponiendo el congresista Alberto de Belaunde. Deberían expresar su solidaridad con los familiares y las víctimas de un Estado terrorista, las víctimas no deberían estar condicionadas a nada, y menos dejar de ser solidario porque no quieren que los relacionen con los grupos armados.
Nada más nefasto que eso y que solo asegura seguir siendo un país donde los derechos son para unos, donde la solidaridad es para unos y los demás somos prescindibles.