Recuerdo hace algunos años, cuando se realizaba una huelga de trabajadores portuarios, a José Chlimper llamando “malnacidos” a los trabajadores que habían tomado el puerto del Callao y, no contento con este adjetivo, amenazaba que él mismo provisto de armas iba a retomar el puerto, en un contexto similar en el que los trabajadores de la agroexportación en Ica salen a protestar por mejoras en las condiciones laborales.

En medio de esta protesta, el candidato presidencial Francisco Cilloniz dijo lo siguiente: “¿Por qué tanta mansedumbre y pusilanimidad frente a vándalos que están destrozando la infraestructura productiva de nuestro país?” Por otro lado, su hijo Benjamín Cilloniz, que desempeña el cargo de gerente general en el Fundo Algarrobo Pampeano en Ica, no se quedó atrás e indicó que el comportamiento de los trabajadores es similar al de los terroristas en la década de los 80, es decir, utiliza el terruqueo contra la población que reclama mejores condiciones.

Con este tipo de declaraciones, no cabe duda que una parte de la élite peruana extraña la época del gamonalismo, y también que al empresariado peruano le agrada estas declaraciones, lo que demuestra que no les importa construir un país justo e equitativo.

El problema de la pobreza en nuestro país no está ligada a la falta de recursos, sino más bien al modelo excluyente que permite una extrema desigualdad en la distribución de la riqueza. Durante años hemos venido escuchando que somos un país en vías de desarrollo, entonces habría que preguntarse ¿desarrollo para quién?

El sector agroexportador colabora con el crecimiento de la economía del país, pero la renta generada no está dirigida a los salarios, sino más bien a la rentabilidad del capital, todo esto sucede a pesar de los grandes beneficios tributarios que presenta este sector como el 15% de impuesto a la renta y la flexibilización laboral que fue prorrogada por el Congreso anterior. La élite a través de su partidocracia ha sabido garantizar y sacralizar su dominio a través de Ley N° 27360, norma laboral como muchas otras, excluyente e inequitativa.

Ahora que hay una explosión social, la Confiep pide diálogo, ¿pero acaso ellos mismos y la partidocracia que los representa no promovieron la extensión de la ley?, ¿no son ellos los causantes de la misma? Trabajo con formas y salarios de esclavos deben y tienen que terminar.

La solución del conflicto no pasa por el cambio de los artículos laborales, el problema no es tarifario como lo señala cierta prensa, el problema en sí está en el espíritu de la ley, pues pone el capital por encima del ser humano y esto también está plasmado en la Constitución hecha en dictadura, por ello es necesario que se siga discutiendo su capítulo económico, porque no es propicio para la realización de una sociedad de bienestar en donde se incluyan a todos los peruanos y peruanas.

Finalmente, la época del gamonalismo ya acabó, pero parece que los Cilloniz y otros cavernícolas la extrañan, las élites, a pesar de los grados y títulos que ostentan, son tan mediocres que no entienden cuál es el espíritu del capitalismo, ergo, no comprenden el espíritu de su propia ideología, por eso, como se decía en las protestas de París en mayo del 68, seamos realistas, exijamos lo imposible, cambiemos la Constitución y logremos un nuevo pacto social, porque la élite peruana jamás permitirá cierta equidad en nuestra sociedad.