Tal vez ya no deba sorprendernos lo que proponen algunos congresistas fujimoristas basados en sus creencias religiosas. Hemos visto que han dado días para celebrar al niño por nacer, a la biblia o a las iglesias evangélicas, que gastan el erario nacional para premiar a fanáticos homofóbicos en el Congreso, que hacen conferencias de prensa con gente levantando carteles en donde dicen ser exgays y que Jesús los salvó, o llevando millares de papeles con firmas para oponerse a una ley que no los perjudica en lo más mínimo, o incluso queriendo imponer, a través de una ley, que todos juramenten por dios.

Frente a este escenario, la propuesta del congresista Carlos Tubino, apoyada por siete fujimoristas más (Víctor Albrecht, Paloma Noceda, César Segura, Rosa Bartra, Milagros Takayama, Úrsula Letona y ¡¡Leyla Chihuán!!), conocida ya como #LeyInquisición, porque busca perseguir y sancionar la libertad de expresión sobre la religión, más que sorprendente, es, por un lado, risible, y por el otro, peligroso en un contexto de aumento del autoritarismo, la corrupción y la intolerancia, en donde una gran mayoría no pensante está en el Congreso votando a favor de este tipo de leyes inútiles, pero derogando otras que sí sirven para salvar vidas.

Recordemos cómo estos mismos congresistas derogaron una ley mucho más completa y necesaria, que esta que propone Tubino. El Decreto Legislativo 1323 buscaba sancionar los crímenes de odio, es decir, todas aquellas lesiones y agresiones que causan la muerte de personas por motivos de discriminación, ya sea por su orientación sexual, su identidad de género, su pertenencia a un equipo de fútbol o a una religión.

En el Perú son asesinadas aproximadamente 15 personas al año por su orientación sexual o su identidad de género. Mueren de forma efectiva, aparte de que en sus vidas cotidianas son insultadas, humilladas, agredidas, torturadas, secuestradas, se les asesina e intenta desaparecer su cadáver de formas inconcebibles, como sucede con las mujeres en amplia mayoría. Frente a esto, a Tubino y a los que apoyan estos proyectos nefastos, no se les mueve ni un pelo. Lo que a Tubino le preocupa es que se investiguen casos de violaciones de derechos humanos por parte de religiosos, y que esto se convierta en un cargamontón de la opinión pública; censurar a personajes públicos que hablen de estos temas porque construyen opinión; censurar todo el arte transgresor e incluso hasta el arte más inofensivo; y maniatar a todos aquellos que pretendan denunciar abusos de las religiones y los religiosos.

En el Perú, nadie ha muerto por pertenecer a una religión, han muerto más personas por pertenecer a un equipo de fútbol, por ser gays o trans, por ser indígenas, por ser pobres o por ser mujeres. Pero a ellos Tubino se los pasa por donde no suele caer la inteligencia. Y a pesar de ello, a pesar de que ninguna persona ha muerto por su religión, sino todo lo contrario, se les incluye en la Constitución, se les garantiza sus derechos y nadie pide que los saquen. El artículo 2 de nuestra Carta Magna señala que toda persona tiene derecho “a la igualdad ante la ley. Nadie debe ser discriminado por motivo de origen, raza, sexo, idioma, religión, opinión, condición económica o de cualquiera otra índole”. Si leemos bien, aquí no están las personas LGTBI más que en sentido amplio, es decir, entendiendo que nosotros somos de “otra índole” y si le caemos bien al juez puede que falle a favor de nuestro cadáver.

Tubino, quien aparte de hacer leyes inútiles, también es conocido en twitter por insultar a diestra y siniestra a quien se oponga  a sus delirantes y fuertemente intolerantes opiniones, pretende legislar para que no ofendan a los religiosos. ¿Se nota lo ridículo del asunto? ¿En las marchas en las que le gusta participar, contra las leyes que puedan proteger de la violencia a un grupo discriminado de la sociedad, estará persiguiendo a toda la gente con carteles discriminatorios porque no le gusta que ofendan a otras personas? Porque su selectividad es nauseabunda. Necesitamos a leyes que protejan a todos, de violadores y de represores, no que protejan a estos últimos, que es lo que pretende este proyecto de ley.

A Tubino le hubiera gustado que vivamos como hace dos siglos, y como eso es imposible, cree que con leyes hará que retrocedamos en el tiempo, en donde él pueda ser el Gran Inquisidor. Este proyecto de ley se merece todas las burlas posibles, y que nadie vaya preso por eso. Y sí, aplica como cortina de humo.