El día domingo se dieron las elecciones presidenciales en Brasil dejando a Jair Bolsonaro, candidato de ultraderecha del Partido Social Liberal, en primer lugar con 46% de electores. El 28 de octubre se define en segunda vuelta quien será el futuro presidente.

Su contricante, Fernando Haddad representante del Partido de los Trabajadores, del expresidente Lula Da Silva, obtuvo alrededor de 17 puntos menos; y es que luego de la profunda crisis en la que se encuentra el país con Temer y los destapes de corrupción con el tema Lavajato, la población cansada de esa situación ha sido encandilada con propuestas radicales y sin sustento.

Pese a que Bolsonaro maneja un discurso de odio e intolerancia, en la línea de otros ‘líderes’ como Trump o Salvini, contra las minorías como los negros, los indios, los gays y las mujeres; ha logrado capitalizar el descontento popular. El principal caballito de batalla del conservador es la seguridad, aterrizada en la propuesta de liberar la tenencia de armas para combatir la delincuencia, mientras que en el plano económico apuesta por el clásico modelo neoliberal.

Sin embargo, no se puede pasar por alto los exabruptos que han marcado su carrera política desde su incursión en el Congreso a inicios de los noventa. Se ha caracterizado por hacer apología a la última dictadura militar (1964-1985) que sumió a Brasil en el retroceso, incluso en el 2008, manifestó: “el error de la dictadura fue torturar y no matar”.

Polémicas declaraciones

Asimismo, se ha caracterizado por atacar a sus rivales de la manera más baja, sobre todo a mujeres: a una diputada del PT llegó a decirle que “no merecía ni ser violada” por ser demasiado “fea”. En la misma línea misógina, declaró que las mujeres no deben cobrar lo mismo que los hombres, que prefiere un hijo muerto a uno gay y que si tiene una hija es por “un momento de debilidad”. Un horror.

 

Si bien la violencia es un flagelo para los 208 millones de brasileños, la respuesta no es un ‘líder’ retrogrado que propone enfrentar la violencia con más violencia, ni con una visión económica que solo beneficia a los que más tienen. Pese a las manifestaciones en su contra a cargo de las mujeres organizadas, el reciente apoyo del partido ruralista y de los evangélicos ha propiciado su despunte y posible triunfo. Sólo queda esperar.

En Perú, el Movimiento Nuevo Perú se solidarizó con el oscuro futuro que enfrentaría Brasil de ganar Bolsonaro.