Mucha gente me comenta que quien no se ha levantado de su cama el sábado con el anuncio del presidente Vizcarra de convocar un referéndum, no merece ser llamado peruano. Y puede que tengan algo de razón: ha sido un mensaje, además de histórico, popular, hecho para las masas y no para la tribuna parlamentaria. Los aplausos fueron tímidos en la bancada PPKausa e inexistentes en la megabancada de la señora K. Pero para hacer tortillas hay que romper huevos.

Y el primer huevo que tiene que romper Martín Vizcarra es el filtro parlamentario, que tiene que darle 66 votos para convocar al referéndum que consultará la reelección de congresistas, reforma del CNM, la bicameralidad y el financiamiento de partidos políticos. Para analistas como Rosa María Palacios, el presidente va a obtener los votos, de lo contrario este empleará la cuestión de confianza. Siendo un optimista informado, o mejor dicho un pesimista, creo que el Congreso no aprobará el referéndum, o intentarán negociar la reelección congresal. Y muchos quieren que sea antes de octubre. Siendo realista, este podría ser entre enero y marzo de 2019.

Lo del fujimorismo ya no es terquedad, es angurria, medida más por los caprichos y las pasiones que por las razones. Intentan meter temas que no se pueden incluir en una consulta, como el matrimonio igualitario, el aborto, la salida del Perú de la Corte IDH, la pena de muerte. Podrían incluirse temas como el voto voluntario y la distribución parlamentaria uninominal, pero no somos un país tan serio como para experimentos ambiciosos, aunque necesarios en un largo plazo. Importante también sería la eliminación del voto preferencial, pero ello requiere partidos más serios y sólidos, donde se mida la meritocracia, el trabajo de campo y no los contactos o el amiguismo. Y eso incluye para todos los espectros, derecha, centro e izquierda.

Ya volviendo al mensaje presidencial, ha sido lamentable la omisión de Vizcarra a temas relacionados con la memoria histórica. Habló solo de “terrorismo” y “narcoterrorismo”, y no fue capaz de pedir disculpas a Gabriela Eguren por habérsele apartado de su cargo en el Lugar de la Memoria. O en todo caso, hubiera defendido el LUM de los ataques fachofujimorsitas, el informe de la CVR –que está a punto de cumplir 15 años y muchas de sus recomendaciones quedaron en el tintero–, o hubiera profundizado en el tema de las reparaciones y los desaparecidos que aún faltan encontrar.

Emocionante, y necesario sin duda, fue cuando mencionó la lista de las mujeres asesinadas en el último año, entre ellas Juanita Mendoza y Eyvi Ágreda, quizá queriendo reivindicarse de esa frase infeliz de “son los designios de la vida”. Por fin se dio cuenta el mandatario (o así parece) que el machismo mata y que el enfoque de género es la única vía para prevenir, desde temprana edad, las conductas misóginas y respetar la independencia de criterio en las relaciones afectivas, sexuales y matrimoniales. Otra omisión, o mejor dicho una mención tímida, ha sido hacia las energías renovables y limpias, anunciando una serie de pequeños proyectos solares y eólicos, pero dando gran importancia a la gran minería, y poniéndonos en piloto automático

Seguiremos en la Alianza del Pacífico, no hay medidas contra la evasión tributaria, apenas se habló de alternativas habitacionales para los damnificados del norte y ni una palabra para los muertos por el frío del sur, no habrán medidas contra el abuso de las services y nada sobre el CAS, la flexibilización laboral, la destrucción de la industria textil peruana, los abusos de las farmacéuticas, y apenas se han nombrado algunas soluciones al problema de las cobranzas excesivas de la ONP. En suma, es un gobierno reformista, pero liberal, donde se busca solucionar cosas urgentes, pero no importantes y necesarias, aunque tampoco esperábamos mucho más del vicepresidente de Kuczynski. No es un régimen que busque la regeneración ni el cambio social, pero podría abrirle el camino, a través de una reforma política. Y justamente esa reforma política requiere, si el keikismo insiste en su bloqueo, nuevas elecciones con nuevas reglas, y por qué no, una asamblea constituyente. Tampoco se trata de hacernos ilusiones, pero por algo se comienza.

Alas y buen viento para nuestro sufrido y querido Perú.