¿Qué hace que un periódico decida ilustrar una nota sobre trabajo colocando a los hombres en los puestos de mando y a las mujeres en los de subordinación?, ¿que un libro intente recrear la vida de la heroína nacional Micaela Bastidas haciéndola más blanca que sus correligionarios y que como fue en realidad? ¿o que un congresista decida hacer alusión a una circunstancia política con una de las más viejas expresiones machistas?

Pues todo esto sucedió en menos de una semana en Lima de parte del Diario Gestión, las editoras de un cuento sobre Micaela Bastidas y el presidente del Congreso Manuel Merino. Machismo, racismo y clasismo, quienes “sin querer queriendo”, porque todo en el Perú se justifica con “error”, “metida de pata”, “frase infeliz” o “lapsus”, representaron lo peor de las taras que al Perú aún le cuesta superar: esta facilidad para inferiorizar al otro/a sin que nadie se percate de ello, ya sea en un diario del medio más poderoso del Perú o aliadas feministas a las que les faltó interseccionalidad, en ambos casos, equipos de personas que pasaron por alto que los tiempos han cambiado.

Gestión, el paquete completo

El 7 de octubre, el diario Gestión, del Grupo El Comercio, presentó una nota sobre las modalidades de trabajo en tiempos de pandemia. “Trabajo presencial, remoto o mixto”, no importa cómo, pero los hombres seguirán ocupando los puestos de dirección y las mujeres los de subordinación. Pero tampoco cualquier hombre: solo el hombre blanco, todos los demás pueden seguir de porteros y mensajeros. La reforma agraria no pasó por aquí. Racismo, clasismo y machismo a doble página para todo el Perú.

¿Qué hace este tipo de imágenes en las personas? Perpetuar la idea de que los hombres blancos son más inteligentes, que pueden gobernar y tomar decisiones importantes de forma “natural”, solo por haber nacido hombres y blancos, entonces la oficina de jefe es su lugar esperado, los ternos le sentarán mejor que a cualquier otro hombre, mirarán hacia arriba imponentes, sonreirán gentiles y simpáticos, serán ordenados y metódicos, o estarán muy apurados salvando el planeta. Las mujeres, con gesto de cordialidad, paciencia y buen humor, con las manos agarradas de manera ensoñadora y receptiva, pasivas y tolerantes, los escucharán y obedecerán gentilmente.

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Las disculpas del diario señalaron los estereotipos de género, pero se olvidaron de los estereotipos racistas. No añadieron nada más, como la revisión de sus textos futuros, capacitaciones con enfoque de género y antirracistas, o alguna otra solución para evitar seguir cometiendo estos “errores”.

Micaela blanca

La publicación de una historia para niñxs que contara las hazañas de Micaela Bastidas, para que no solo se le refiera como “esposa de Túpac Amaru”, a pesar de sus intentos reivindicativos, cometió un grave error: hacer pasar a Micaela como una mujer blanca y de cabellos castaños, mientras sus compañeros de lucha, sus correligionarios, que aparecen por debajo de ella recibiendo indicaciones, en una total falta de horizontalidad, eran personas más oscuras, de negros cabellos lacios o ensortijados. En la publicación no solo hay una falta de verosimilitud histórica (Micaela era descendiente de afroperuanos e indígenas), también hay una reescritura racista de las luchas anticoloniales, justamente todo lo contrario a lo que intentaron hacer estas luchas que era darle un sentido y conciencia de humanidad a quienes se les había despojado de esta, y para eso era necesario enfrentarse al yugo español, situación que le costó la vida a miles, y a los descendientes de Túpac Amaru y Micaela Bastidas, la tortura, la muerte, la desaparición y el borrado histórico.

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Luego de las esperables y necesarias críticas, desde las más conciliadoras hasta las más indignadas, las editoras señalaron que habían aprendido la lección, que retiraban el contenido y que revisarían el material.

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Merino, el novio del pasado

Al presidente del Congreso el tren de la modernidad se le ha pasado tan rápido que aún sigue en la estación esperando que llegue, será por eso que usó una analogía tan triste al intentar explicar cómo el Ejecutivo tuvo un acto de generosidad al aceptar que la ministra de Economía acuda al Legislativo. No está demás decir que la ministra es mujer, porque si hubiera sido un hombre, a Manuel Merino se le hubieran despertado todas las alertas para cuidar su masculinidad y esta no se viera manchada. ¿O alguien se imagina que hubiera dicho lo mismo del “noviazgo” si el ministerio estuviera regido por Antonio y no por Antonieta? Solo porque es mujer y es joven, Merino vislumbró en ella a una subalterna a quien se tiene que poner en su lugar, porque hasta el momento estaba demostrando todo lo contrario a lo que haría una buena novia y futura esposa, porque se supone que las buenas mujeres: obedecen, escuchan, acuden, sacrifican, limpian, cuidan sin quejarse.

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¿Sus disculpas? Igual de lamentables. Para “mejorar” su analogía, victimizó al Congreso (el novio) maltratado por el Ejecutivo (la novia), debido a su indiferencia (porque los hombres también sufren), e intentó justificarse diciendo que habla en forma coloquial, que esa coloquialidad afecta cierta sensibilidad (así se le llama ahora a la conciencia de tener derechos de las mujeres).

“Todos somos conscientes que el Ejecutivo siempre ha maltratado al Congreso. Cuando hemos logrado la ley de congelamiento (de deudas), naturalmente viene una nueva relación importante para el país y en ese marco, en una manera coloquial, hubo una frase que pudo afectar cierta sensibilidad. Algunas congresistas mujeres han interpretado la frase a una aparente subordinación femenina. Me refería más bien a que hubo una indiferencia que se había terminado y ahora existe una mejor voluntad para dialogar”.

Añadió que ya ni siquiera podrá cantarse valses porque se interpreta literalmente, porque ser presidente del Congreso es casi casi como ser cantante. Y para que no quede en duda su nueva masculinidad, la vieja confiable siempre está al alcance: “tengo madre, tengo hija, tengo hermana”. Como si eso fuera suficiente garantía para dejar de ser un machista.

Comprendo la susceptibilidad del Gobierno pero el lenguaje coloquial tiene que ser tomado en el mejor sentido. De otra manera, dejaríamos de cantar algunos valses peruanos que son emblemáticos en nuestra música criolla por la interpretación literal de sus letrasQuien habla es un congresista casado. Tengo tres hijas, vivo con mi suegra, con mi señora madre. Ninguno de estos hechos que se pretenden desvirtuar, nosotros los rechazamos”.

Lo mejor sería que ya se siente.