¿Estaremos sin salir de nuestras casas, marcando nuestro voto en blanco o, tal vez, votando una vez más por “el mal menor”?

¿Estaremos más bien ponderando en cual de las listas depositar nuestra confianza, al encontrar nombres de compañeras feministas en las que confiamos, no en una, sino en varias de estas?

¿Estaremos votando convencidas por la lista XX, que cumple con nuestro acariciado anhelo de paridad y alternancia y donde muchas feministas, jóvenes y viejas, de las diversas regiones del país y de todas las sangres y orígenes, ocupamos lugares prominentes?

No hay hoy en nuestro país UN movimiento feminista: somos muchas y muy diversas las colectivas y organizaciones feministas activas, todas con experiencias ricas, trayectorias complejas y propuestas interesantes. Y entre nosotras tenemos discrepancias. No solo eso: subsisten, entre algunas, resentimientos y desconfianzas que dificultan nuestros diálogos.

Pero también tenemos claro por donde van nuestras coincidencias, las apuestas firmes por las que todas nos jugamos: el reconocimiento y respeto por los derechos sexuales y reproductivos, incluido el aborto legal, seguro y gratuito; la aceptación y valoración de la diversidad sexual, de la autonomía y el control sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas; el combate sin concesiones contra la violencia de género en cualquiera de sus formas, contra la heteronormatividad y el orden patriarcal que nos desvaloriza y oprime; la lucha por la justicia para las mujeres que sufrieron esterilizaciones forzadas y violaciones en el contexto del conflicto armado interno, por la defensa de los territorios de las comunidades originarias, por una educación no sexista que impulse la igualdad entre los géneros ….y todas y cada una de estas, nuestras banderas, han sido combatidas y denostadas por el fujimorismo y sus aliados, los fundamentalismos religiosos y el empresariado clientelista neoliberal. Eso lo tenemos claro también

Por ello, sería lamentable que el 26 de enero del 2020 optemos por quedarnos encerradas en nuestras casas o nos veamos obligadas a votar por el “mal menor”. Salimos a las calles día tras día en estos últimos tiempos, desde la madrugada hasta el anochecer, con nuestras banderolas y pañuelos verdes, para expulsar a los corruptos del Congreso. No tendrían sentido nuestras movilizaciones si permitimos que cuatro meses más tarde, estos copen nuevamente el Poder Legislativo. Ya bastante control tienen sobre el Judicial y tampoco es que estén muy lejos de poder influenciar al Ejecutivo.

El plazo es corto y la tarea es grande, pero no imposible. Empecemos ya nuestros debates. Debemos ponderar con qué otras fuerzas políticas nos podemos aliar, quienes van a ser nuestras representantes en el Congreso que juramentará el próximo verano, y más importante aún, cómo vamos a organizarnos para aprovechar la campaña electoral y hacer de ella una oportunidad de pedagogía política popular, para que cada vez más ciudadanos y ciudadanas entiendan qué es el feminismo, suscriban nuestros ideales y se integren a nuestras filas. Todo ello, sin cesar nuestra vigilancia activa sobre el desempeño del nuevo Gabinete y el comportamiento de la Comisión Permanente y demás actores políticos, incluidos los medios.